Cartas de lectores | Modas ideológicas y credibilidad de la justicia

Este proceso judicial ha resultado, por de más oportuno para delincuentes y narcotraficantes

Recientemente, durante una visita a Lima asistí a la proyección de la película Chavín de Huantar, que trata del operativo militar de abril de 1997 ejecutado para rescatar con éxito 72 víctimas secuestradas en la Embajada de Japón a manos de un comando MRTA, secta marxista que bajo ensoñación revolucionaria sembró el terror y anegó de sangre las ciudades de Perú. Al finalizar la cinta los presentes en la sala, ciudadanos peruanos de todas las edades y condiciones, tuvieron un gesto espontáneo que me conmovió cuando se levantaron de sus asientos y frente a la pantalla apagada aplaudían la gesta de sus uniformados y reconocían así la determinación con la que eliminaron la amenaza criminal. Durante los años 80, Ecuador también sufrió el embate de dos grupos subversivos, -Alfaro Vive Carajo y Montoneras Patria Libre-, ambos convencidos de que el reino de la justicia llegaría de la mano de la extorsión, tráfico de armas, secuestro y asalto a bancos y joyerías; ellos entendían que al paraíso de la igualdad se llegaría con el asesinato de policías y militares, ciudadanos y padres de familia que en los aciagos años 80 serían eliminados sin contemplaciones, por el solo hecho de vestir un uniforme. Los planes siniestros que el terrorismo marxista tenía reservados para Ecuador quedaron frustrados y aquel sueño igualitarista de implantar un paraíso de izquierda en nuestro país se topó con el esfuerzo profesional de los cuerpos de inteligencia de la Policía Nacional y de FF. AA. que desarticularon eficazmente sus redes criminales y terminaron con los cabecillas de esas organizaciones. Con el paso del tiempo los ecuatorianos hemos comprendido que sin el sacrificio de oficiales y miembros de tropa de Policía y Ejército y sin el respaldo decidido del gobierno de León Febres-Cordero, esos grupos extremistas habrían arrinconado a la sociedad ecuatoriana en la forma como lo hicieron en Perú las guerrillas de Sendero Luminoso y del Movimiento Tupac Amaru.

En mi corazón cívico siempre ha latido la convicción de que en Ecuador no habíamos reconocido suficientemente a los héroes de esta fecunda y silenciosa cruzada. Por el contrario, en 2007 tan pronto Rafael Correa se instaló en el poder expidió el Decreto No. 305 que integró la denominada Comisión de la Verdad. Esta, en la distorsión moral de aquellos tiempos, no expresó gratitud alguna a los uniformados que nos libraron del terrorismo, ni siquiera se ocupó de identificar a los responsables de la muerte de policías y militares caídos en manos de la guerrilla; la moda ideológica imponía a dicha comisión orientar el dinero público y sus esfuerzos a posicionar a los delincuentes terroristas como víctimas de delitos de ‘lesa humanidad. Este antecedente, sesgado y farsesco, se encarnizó contra los generales de policía Edgar Vaca y Fausto Albán, y de FF.AA., Medardo Salazar, Jorge Azanza que habían prestado meritorios servicios en esta materia. El caso que ahora tramita una Sala Penal de la Corte Nacional de Justicia revela hasta qué punto el sentido común y la justicia pueden ser objeto de manipulación y cómo retaliaciones orquestadas políticamente pueden desacreditar ciudadanos inocentes, presentar a oficiales del orden como criminales y a asesinos como víctimas de supuestos delitos de lesa humanidad. Este proceso judicial ha resultado, por de más oportuno para delincuentes y narcotraficantes si se tiene en cuenta el mensaje de intimidación que transmite a policías y militares ecuatorianos que, a esta fecha, nos defienden contra las nuevas versiones del crimen organizado. Más allá de mi convencimiento democrático de que todo uniformado debe respetar la legalidad y garantizar la observancia de los derechos humanos y de mi firme oposición a cualquier exceso contra la vida e integridad de las personas, creo necesario subrayar mi gratitud cívica a estos oficiales que cumplieron a cabalidad su misión y de cuya inocencia no me cabe duda: generales Marcelo Delgado Alvear, Nelson Enríquez Gómez y Luis Piñeiros Rivera; coroneles Raúl Viteri Vivanco, Mario Ricardo Apolo Williams y doctor Fernando Ron Villamarín. Los ecuatorianos de bien, que amamos la paz y los valores republicanos, adeudamos al profesionalismo de estos oficiales nuestro agradecimiento y, al igual que aquellos ciudadanos peruanos al finalizar la cinta Chavín de Huántar, a todos ellos los aplaudimos de pie.

Edgar Neira Orellana