Cartas de lectores | La tempestad de la vida
Hoy apelo a la justicia, para que se acabe esta impudicia y podamos vivir sin lamentos
Hoy vamos por la vida sorteando tempestades, unas son falsas mentiras y otras grandes verdades. Pero al final de la cuenta predomina la razón y con espíritu de lucha es vencida toda acción. Unos actúan con paciencia, otros se juegan la vida; a cada instante confrontan y así la llevan perdida. ¿Por qué tenemos que actuar por impulso y sin pensar? Por eso el final lacera y todo termina mal. Aquietemos angustias y calmemos pesares, vivir nunca ha sido un juego, es una verdad irrefutable. Que predomine la reflexión y no el instinto, seamos honorables. Hombres y mujeres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, con alma y corazón insobornables. Apostemos siempre al bien y tendremos positivos resultados, evitando el castigo por ser siempre atarantados. Tengamos siempre presente que hay que vivir con cautela, con límites y con medida, sin acciones placenteras; respetando a los demás. ¡Ley de vida y sin fronteras! Las mentiras siempre caen por su peso y cobardía, salen a la luz, en la noche o en el día. Por eso hay que evitar que nos hagan compañía, pues aunque estén disfrazadas, al alma contaminan y son cadena infinita que casi nunca termina. Es muy fácil ser honrado y vivir sin sobresaltos; vivamos de un presupuesto y evitemos los infartos. Si queremos grandezas, a trabajar con ahínco y sin pereza para que no nos llegue el tormento de la pobreza. Las tempestades del alma laceran a la conciencia, por eso hay que evitar sus nocivas inclemencias. Nada de casos fortuitos, ni de acciones malsanas, tampoco frases hirientes ni ambiciones que empañen cualquier relación sincera; porque amar no es engañar ni comportarse a la ligera. ¡Es compartir con amor con quien está a tu vera! Hay nubes negras que oscurecen la vida, como las enfermedades que hoy tienen cabida. Unas por mala alimentación y otras por excesos; es frecuente ver a ancianos famélicos y a jóvenes obesos, parece que no se dan cuenta de eso y no les importa si suben o bajan de peso. Pero la peor tormenta que nos atormenta es el ataque diario que sufrimos todos por calles escuelas, plazas y ciudadelas, que tiene nuestra vida acorralada; pues sin estar en la jugada, sufrimos las consecuencias de la narcodelincuencia institucionalizada. Es un callejón sin salida, como bala perdida que nos mantiene asustados, pues sin pecar estamos encarcelados. Hoy apelo a la justicia, para que se acabe esta impudicia y podamos vivir sin lamentos ni tormentos y sonreír contentos.
Myrna Jurado de Cobo