Cartas de lectores | La clase media al filo de la extinción

El Gobierno no la considera (ni a los jubilados) entre los beneficiarios de compensaciones

En Ecuador suceden cosas insólitas que, por tener cierto grado de veracidad, merecen al menos un somero análisis. Ocurren bajo hechos y circunstancias que no se consideran en su real dimensión. La mal llamada clase media soportará todo el peso de la eliminación del subsidio al diésel, así como de otras medidas que tome el Gobierno para estabilizar el presupuesto deficitario del Estado. Se calcula que esta medida dejará al Gobierno entre $1.100 y $1.500 millones anuales. De esa suma se destinarían al menos $ 840 millones en compensaciones, aunque no se especifica si este gasto está contemplado en el presupuesto ni de dónde provendrán los fondos.

Ya nadie cree en el típico ‘yo te ofrezco, busca quién te dé’. Durante la campaña electoral se prometió que no se incrementarían los precios de los combustibles e incluso que se reduciría el costo de la energía eléctrica. Estas propuestas, vistas como convenientes para los presupuestos familiares de la clase media -un poco por encima de la clase pobre- generaron apoyo electoral. Si ese respaldo ocurrió, como es creíble, esa clase terminó con la soga al cuello. El Gobierno no la considera (ni a los jubilados) entre los beneficiarios de compensaciones. Estas se dirigirán a agricultores y pescadores, dueños de fincas, botes y lanchas, a quienes se entregará un “capital semilla”, 1.200 tractores (400 en 2025 y 800 en 2026), y 600 motores fuera de borda para pescadores artesanales, aunque sin fecha ni plazo definido. Al transporte público urbano, rural e interprovincial se le otorgará una transferencia monetaria mensual, sin monto especificado, para evitar subir los pasajes. Los impactos de estas decisiones son diversos y con múltiples consecuencias. Por ejemplo, 28.000 propietarios de vehículos diésel de placas privadas deberán pagar el nuevo precio. Esto destruye el sueño de muchos, cuyas proyecciones económicas se basaban en el combustible subsidiado. Sus vehículos se deprecian rápidamente, y los altos costos de repuestos y el retiro del subsidio agravan la situación. El Gobierno debería ayudar congelando el precio de los repuestos, exonerando impuestos a los importadores o permitiendo a los dueños importar directamente ‘online’, con garantías, bajo el régimen de pequeños envíos. Este segmento social, al borde de la extinción, es solo un eslabón de una larga cadena de afectados, que crecerá conforme aumenten los precios. La antigua alegría de proclamarse clase media se desvanece.

César Antonio Jijón Sánchez