Cartas de lectores: El verdadero tercermundismo
De lo contrario, seguiremos pagando barato en la bomba y carísimo en el futuro
Eliminar el subsidio a los combustibles no es una crueldad fiscal; es poner fin a una hemorragia que impide crecer. Solo en 2023 gastamos USD 3.265 millones en subsidiar gasolina y diésel: dinero que no fue a seguridad, educación o infraestructura productiva. Desde 2000, el Estado ha presupuestado alrededor de USD 55.000 millones para mantener precios artificialmente bajos. ¿Cuántos hospitales, escuelas técnicas o riego agrícola caben en esa cifra?
La decisión de cortar el subsidio al diésel -que costaba unos USD 1.100 millones al año- es fiscalmente sensata si y solo si se acompaña de compensaciones focalizadas y reglas claras de reinversión. La evidencia internacional es contundente: cada 1 % del PIB en subsidios a combustibles reduce mucho menos la pobreza que el mismo monto en transferencias directas; Indonesia lo aprendió en 2014. Marruecos, con una reforma gradual e indexación transparente, recortó drásticamente su cuenta de subsidios y estabilizó su déficit.
El verdadero tercermundismo no es quitar subsidios, sino persistir en ellos. Si queremos dejar de financiar el contrabando y la ineficiencia y empezar a financiar productividad y movilidad social, el rumbo es claro: subsidios focalizados, transferencias temporales bien diseñadas y cada dólar ahorrado reinvertido en seguridad, aprendizaje y obras que multipliquen el empleo. De lo contrario, seguiremos pagando barato en la bomba y carísimo en el futuro.
Jimmy Murillo E.