Cartas de lectores | Después de la derrota
Un presidente debe entender que su cargo exige alta responsabilidad, no un entorno de familiares o amigos aduladores
Napoleón Bonaparte (1769–1821), militar convertido en emperador por referéndum en 1804, dejó la frase: “La victoria tiene 100 padres, la derrota es huérfana”, aludiendo a que muchos reclaman los triunfos pero nadie asume los fracasos. Esto se refleja en la derrota del No en el Referéndum y Consulta Popular impulsados por el presidente Daniel Noboa al acercarse su primer año de gestión.
Más allá de los pronunciamientos de políticos, analistas y opinadores, aportamos nuestra visión como partícipes del retorno democrático con Jaime Roldós (1979-1981) y como estudiosos de la historia política ecuatoriana desde 1830. Las derrotas en consultas populares -desde Febres-Cordero, Durán Ballén y Lasso- suelen ser también un rechazo al gobierno de turno.
En la consulta de Noboa ocurrió lo mismo, agravado por la deficiente redacción de las preguntas, confusas e incluso contradictorias, pese a tratar temas razonables como bases militares contra el narcotráfico, reducción de asambleístas, eliminación de fondos públicos para campañas y la posibilidad de una Constituyente. A un ciudadano promedio le resulta difícil oponerse a propuestas que buscan mejorar el funcionamiento institucional y el uso responsable de los recursos del Estado, necesarios para enfrentar inseguridad, educación, salud, desempleo y la crisis del IESS.
Así, el pronunciamiento del 16 de noviembre no solo rechazó las preguntas, sino la gestión del equipo presidencial, que afectó la imagen del mandatario. Varios ministros ya han renunciado para dar paso a nuevos cuadros.
Un presidente debe entender que su cargo exige alta responsabilidad, no un entorno de familiares o amigos aduladores sin capacidad para respaldarlo ante una ciudadanía crítica, incluso si recibe bonos o pagos adelantados.
Napoleón fue finalmente derrotado en Waterloo (1815) y enviado a la remota isla de Santa Elena, bajo control británico, donde murió en 1821.
Francisco Medina Manrique