Cartas de lectores | Constituyente: ¿oportunidad o amenaza?

En otras palabras, una Constituyente no es una varita mágica, pero tampoco debe ser un tabú

En los últimos meses, Ecuador ha vuelto a colocar sobre la mesa la figura de una Asamblea Constituyente. El debate –a menudo dominado por tecnicismos legales o por la disputa política entre el Ejecutivo y la Corte Constitucional– ha dejado de lado una pregunta mucho más importante: ¿Para qué quiere el país una nueva Constitución? ¿Qué busca resolver?

No se trata únicamente de discutir si el camino para convocarla es jurídico o no. El verdadero reto está en formular un nuevo pacto nacional, que nos permita salir del estancamiento institucional y proyectar un modelo de desarrollo que funcione, incluya y responda a las demandas reales de los ciudadanos y del sector productivo.

¿Reformar o rehacerlo todo? El dilema no es menor. ¿Reforma puntual o “borrón y cuenta nueva”? Ambas rutas tienen argumentos válidos. Una nueva Constitución permitiría reconfigurar el Estado desde sus fundamentos, mientras que una reforma parcial preservaría avances y corregiría errores. Pero ambas opciones comparten una condición imprescindible: madurez política, visión estructural y capacidad técnica. Sin eso, cualquier proceso está condenado al fracaso o a la polarización.

¿Qué temas sí deben cambiar? Más allá del mecanismo, lo importante es el contenido. Y hay 7 ejes que deberían ser el corazón de cualquier agenda constituyente:

  1. Seguridad con garantías.
  2. Régimen económico confiable para la inversión.
  3. Recursos naturales con institucionalidad moderna.
  4. Disciplina fiscal con desarrollo social.
  5. Reforma profunda del sistema de justicia.
  6. Educación y salud con metas, no solo con porcentajes.
  7. Articulación efectiva entre el Estado central y los gobiernos locales.

Una oportunidad para repensar el país

Una Asamblea Constituyente bien diseñada podría convertirse en un punto de inflexión histórico. Pero para eso, debe reunir condiciones que hoy aún no están garantizadas: Participación plural, técnica y no subordinada a coyunturas; agenda clara que parta de diagnóstico, no de slogans; visión compartida sobre el desarrollo sostenible, la inclusión y la articulación productiva.

En otras palabras, una Constituyente no es una varita mágica, pero tampoco debe ser un tabú. Puede ser una herramienta poderosa si se pone al servicio del país, no de un proyecto político. Y si va a hacerse, debe hacerse bien.

 Carlos Rabascall