Asuntos navideños

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La luminosidad siempre tan atractiva se introduce en los espacios abiertos de las ciudades con sus grandes y encendidos árboles de Navidad’.

Desde el mes de octubre, libertario para los guayaquileños, que el próximo año llegarán al Bicentenario de su Independencia, ya se comienza a oler el tufillo de la Navidad. Fiesta que por provenir del nacimiento del hijo de José y María, Jesucristo, a quien sus seguidores consideran también el Hijo de Dios, deben estar dedicadas a los niños, pero que con la masificación y el consumismo que caracteriza a nuestra época también altamente tecnológica, no solamente se regala esos juguetes con los que sueñan los infantes sino también cualquier producto no tan mágico porque nos hemos acostumbrado a dárselos a los adultos. De donde se puede concluir que el barbudo y mítico San Nicolás, conocido igualmente como Papá Noel, traerá en su trineo, que no solo surca la blanquísima nieve (propia de los países de cuatro estaciones) sino también las celestes alturas, joyas, refrigeradoras, televisores, zapatillas, corbatas, desodorantes, etc. y etc.

La luminosidad siempre tan atractiva (“luz más luz”, exclamó Goethe al agonizar) se introduce en los espacios abiertos de las ciudades con sus grandes y encendidos árboles de Navidad e incluso en las viviendas de los potentados y los proletarios, en donde las amas de casa se esmeran por colocar los adornos tan propios de la fecha para alegrar a toda la familia que, por supuesto, asimismo espera el pago del “treceavo” (décimo tercer sueldo, según el correcto idioma cervantino) para tales gastos.

Las violentas manifestaciones que se han producido, sobre todo, en el sur del continente americano, comenzando por el “octubre negro” que nos afectó a los ecuatorianos con el vandalismo que se infiltró en una movilización que se anunció como pacífica contra el Decreto 883, y que aún continúa en Colombia, Chile y Bolivia, con inusitada violencia, ha venido a restarle en dichos países la legítima alegría a que todos tienen derecho (incluidos los agnósticos, como el que estas líneas escribe), con una Navidad (¿o Natividad?) que se deja sentir desde dos meses antes, cuando los almacenes comienzan a mostrar las ofertas de productos, ahora a precios muy rebajados gracias al “viernes negro” que inventaron los gringos y que en Ecuador duró toda la semana.