Ocio

El Miche, humor en contravía

El comediante quiteño habla sobre el retorno a su ‘despacho’, el parque El Ejido, y su continuo enfrentamiento al poder de turno

El Miche
El Miche.Ángelo Chamba // Expreso

En el barrio La Tola, donde se encuentra su taller, todos conocen al comediante Carlos Michelena. Llega con su característico sombrero, afanado, y a su paso le siguen saludos desde cada esquina, desde los balcones. “¡Don Carlos, buenas tardes!”, le gritan.

El hombre de 67 años levanta la mano y saluda con rapidez. Tiene cosas que hacer, muchas. Acaba de regresar de Santa Elena, tiene un show en los próximos días, y el domingo se presentará nuevamente en ‘su despacho’, nombre que le da al parque El Ejido, donde se dio a conocer hace más de cuarenta años.

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¿Qué tal su viaje a la playa?

Me encantó. Fue una experiencia muy cálida. Era la primera vez que me presentaba en Santa Elena, y me hicieron sentir muy bien recibido.

¿Teme presentarse en la Costa con sus personajes y su rutina?

No, lo que hay son prejuicios. El señor que me llevó también los tenía, y se sorprendió al ver la acogida. Mucha gente cree todavía que al serrano no se le va a entender en la Costa, pero lo que cambia son las cuestiones idiomáticas, los rasgos culturales muy propios de cada sector. Pero de ahí la realidad que vivimos, en términos de políticas del Estado, nos afecta a todos de la misma forma y nos cobija a todos. Entonces lo que yo hago es eso, hablar sobre política y sobre cosas que me pasan a mí.

¿Y qué le pasó en la Costa?

A mí nada. Es lo que vi. La gente inundada, con el agua hasta el pecho, pero ahí, conversando con los vecinos, siguiendo su vida. Ese es nuestro pueblo, abandonado por el Estado, pero ‘verraco’, que sigue adelante.

“Me queda el mercado, el bus, las calles...”

Dice que retornar a los escenarios ha sido “liberador”, aunque reconoce que ha sido duro retomar la actividad física por el miedo que dejó a su paso la COVID-19. “Sobre todo, el exceso de mensajes alarmistas de los gobernantes. La gente aún tiene temor de ir a ver una obra, de salir, de estar ahí con otros, pero para mí es un alivio poder estar frente a la gente de nuevo. Y sí se ha podido. He estado en Cuenca, en Riobamba, en Guano”.

¿Y el regreso a ‘su despacho’?

Eso sí ha sido dificilísimo. Hice un par de intentos pero, a lo mucho, se reunían 15 o 20 personas, no es como antes. Aun así, con un amigo, Vicente Aldas, hemos hecho lo posible para dar estos shows gratuitos y que la gente se vaya uniendo y limpiándose de ese miedo de estar con otros. Lo que ha fallado no es la gente, sino el Municipio, que lo ha multado con $ 500 por poner la amplificación y no contar con los permisos.

Wow…

Sí. Cuarenta años de carrera no cuentan para nada, cuando la burocracia no cambia.

¿Es un mal necesario?

Es un mal impuesto. Yo creo en la autogestión, porque en los trámites, los gobernantes y en la política no creo.

Y sin embargo, la política es un elemento crucial de su comedia y de sus personajes…

Bueno, lo que yo hago es emular a los juglares, que antes de que el periodismo existiera como una profesión formal, eran los que llevaban las noticias de pueblo en pueblo, los que comentaban los nuevos decretos papales, lo decretos reales, las leyes que se aprobaban, pero a su manera crítica. Entonces siempre estoy en contravía con el Estado, con los gobiernos porque dicen una cosa en campaña y hacen completamente lo contrario cuando están en el poder.

¿Hay algo que lo saque de quicio de la política actual?

Hay muchas cosas, pero quizás la de hoy es la Asamblea. No entiendo cómo es que llegan al poder, auspiciado por cualquier partido, y luego ¡zaz!, se hacen independientes. Los partidos políticos se han convertido en una cotizada agencia de empleos y poco más.

¿Alguna vez ha sentido que le han querido silenciar los gobiernos de turno?

¡Cómo no! En el correato, sin duda, y durante la presidencia de León Febres-Cordero. Y todos los alcaldes. Todos.

¿También el alcalde Guarderas?

Tengo treinta años actuando en el parque y, de repente, no me dan los permisos para hacer teatro gratis ahí o en la Plaza Grande, ¿cómo le parece?

Que a los políticos no les gusta que le digan las verdades…

Claro. No les gusta que les digan que son unos oportunistas y unos rateros. Y no son todos, habrá tres honestos, pero al resto…

¿Qué queda para el humor, entonces?

Me queda el mercado, el bus, las calles, las veredas. Me queda lo que dice el pueblo, que soporta a los gobiernos, a la pobreza y al desempleo con humor.

Sin netflix ni WhatsApp

¿Qué hace en su tiempo libre?

Chuta, es que no tengo casi tiempo libre. Yo hago mis trajes, entonces coso mucho, leo, preparo lo que voy a presentar, ando buscando dónde presentarme, y cuando me doy cuenta me han dado las 23:00.

¿Entonces no se ha enganchado a alguna serie de Netflix?

Qué va, yo no tengo nada que ver con la tecnología.

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.Angelo Chamba // Expreso

¿Ni WhatsApp tiene?

No, nada. Me parece que ese aparatito más le quita a uno el tiempo y la vida. Es una adicción. De paso, me dan el número de celular, luego llamo y no me contestan porque no conocen el número. Eso de que ha facilitado la comunicación no me lo creo.

Pero en pandemia se presentó vía digital…

¡Sí! Y no sabe el reto que fue. Yo no tengo ese Facebook, nada de eso, pero decidí lanzarme a ver cómo me iba, y fue extraño tener que presentarme frente a la cámara, con aplausos grabados, sin salirme de ciertos cuadros. Me costó muchísimo.

¿Y cómo le fue?

No tengo idea, no ve que no podía ver a nadie (ríe), pero creo que bien, porque hice un par de presentaciones.

¿Cuál es un sueño que le queda por cumplir?

Me encantaría conseguir el financiamiento para fundar un instituto de arte popular y enseñarles a los chicos que quieran aprender teatro, vestuario. Ese es mi sueño.

¿Cree que lo logre?

Espero que sí, pero debo encontrar cómo hacerlo, porque yo del Estado, del Ministerio de Cultura y Patrimonio, no he recibido ni los buenos días.