Cultura

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Labores. Una mujer indígena se empeña en acelerar el paso al frente de sus bueyes en la huerta familiar.Yadira Illescas / EXPRESO

Arado, técnica milenaria que resiste al tiempo

En seis comunidades rurales de Tungurahua aún se mantiene la agricultura ancestral. La tierra se labra con el uso de bueyes

El trabajo es extenuante, pero es la mejor forma para mantener una buena producción. Pese a que la tecnología les permite aprovechar el tiempo para el arado, los chacareros, agricultores dedicados a proteger a la Pacha Mama, prefieren el arado ancestral.

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“En la antigüedad usaban llamas para el arado, porque sus suaves pezuñas también ayudaban a que no haya erosión y así protegían a la tierra. Pero con la llegada de los españoles se introdujeron nuevas especies de animales como la vaca, el toro y buey, que las remplazaron hasta la actualidad”, expresa Manuel Jerez, un agricultor de la zona rural de Salasaka.

El proceso es todo un ritual en las comunidades andinas. Tanto hombres como mujeres lo realizan. Se quitan los zapatos para tener ese contacto directo con la tierra. Con las manos empiezan a jalar el cabo atado a dos animales.

Los encargados de la tarea deben direccionar a la yunta para abrir los surcos en el terreno o la chacra donde sembrarán las semillas para producir papas, maíz, fréjol, trigo y todo lo que la bondadosa Madre Tierra les provea.

Ejecutar el arado con yute es todo un ritual que tiene sus secretos, no debe pasar más de 35 centímetros de profundidad para que la producción no se pierda, mencionó Luis Caizabanda, agricultor de Salasaka, Pelileo.

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El arado con el yute es una práctica prehispánica y antes la época de la siembra se la relacionaba con el anuncio de los pájaros antes de las lluvias.

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Además el calendario lunar era el que guiaba también el tiempo de la cosecha, aseguró el historiador de Tisaleo, Víctor Hugo Navas.

En varias comunidades de Tungurahua y Cotopaxi, especial la indígena, todavía prefieren utilizar el yute en vez de alquilar maquinarias modernas. “Las maquinarias agreden a nuestra madre que es la tierra, con el yute es la mejor manera para consentirla y pedirle permiso para producir”, asegura Alfonso Caiza, un campesino de Pilahuin, quien aún conserva su tradicional forma de arar la tierra.

La cosmovisión indígena va relacionada con el respeto a la naturaleza.

Los animales que se destinan para el yute son adiestrados y limpiados por las personas adultas para someterlo al yugo. La limpia es con hierbas y les soplan aguardientes como un ritual para que todo el trabajo dé buenos frutos.

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Para armar el yute se necesitan dos vaconas, bueyes, toros e incluso asnos grandes. Los unen a un madero que se lo conoce como yugo y se lo ajusta a los cachos de los animales.

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El guía dirige a los animales, una segunda persona manipula la cuchilla de madera, que es una especie de rastrillo gigante para formar los surcos y la tercera persona se encarga de colocar las semillas en el guacho o zanjas.

Rufino Mazaquisa, conocedor de la cultura indígena, aseguró que esta práctica era muy utilizada en la antigüedad, pero actualmente el 90 % de los indígenas dejó de utilizar y las remplazaron por máquinas manuales. Sin embargo, educan a las nuevas generaciones para que estas prácticas milenarias no se pierdan, porque reconocen que forman parte de la cultura de los pueblos ancestrales.

  • Los ritmos de las estaciones. Desde hace 8.000 años inicia esta relación de profundo amor a la tierra y cuidar de ella, guardando los ritmos de las estaciones. Para realizar las labores agrícolas, se usa un aparato de tracción humana llamado la tajlla o chaquitaklla. Se trata de un palo largo de más de un metro, en cuyo extremo inferior se coloca la reja metálica llamada taklla; luego el pisadero, llamado chakilpa con una punta un tanto encorvada, que a veces era de piedra o de metal.