Esta es una obra maestra que entusiasmará a un público adulto, al que ansía espectar un drama biográfico bien trazado, inteligente, serio, aleccionador y con momentos llenos de tensión.

Christopher Nolan afirma su capacidad directiva apoyado en su propio guion y, al hacerlo, crea un largometraje (180 minutos) que enaltece a la industria cinematográfica y deja en mesa el primer as para la próxima ceremonia de los Óscar.

Filmada con cámaras IMAX, las imágenes llegan nítidas, inclusive las secuencias en blanco y negro, algo que por primera vez se logra. El ritmo de la cinta varía y a momentos el diálogo sobrepasa la imagen para convertirse en lección de una historia que podría ser lejana, pero no para quienes vivieron o leyeron los hechos aquí narrados. Y lo hace en tal forma que parece todo sucedió ayer.

Nolan, una vez más, como es su estilo, comienza la trama con un flashback (en blanco y negro) que le otorga subjetivismo al filme y utiliza para sí la sapiencia del primer plano cinematográfico. Todos los personajes, casi siempre, se prestan a ese tipo de imagen, así se puede ver el perfeccionismo de quien actúa.

Reproduce los entornos urbanos y, como ejemplo, queda Los Álamos, donde construyen la ciudadela que albergará a los científicos prestos a iniciar su búsqueda mortal y sobre lo cual Oppenheimer dijo: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”....

Otra de las virtudes de Nolan es saber manipular el tiempo de la historia y que el espectador viva lo que está sucediendo en el gigantesco lienzo de plata. Justamente, las mejores secuencias empiezan con la construcción de la bomba, su prueba y el prepararlas para ser arrojadas en Japón, por orden de Truman, en Hiroshima y Nagasaki.

Allí se demuestra la habilidad con que se controla el sonido: la bomba de prueba explota en silencio para los espectadores y, cuando ha terminado su resplandor, ¡estalla, a todo volumen, el dantesco fuego! Entonces la música ingresa para hacer pensar al cinéfilo que se ha llegado al infierno.

Esto es lo que valoriza al cine visto en su medio, no en streamings, cuyos écrans no pueden reproducir la magnitud del espectáculo visual que es Oppenheimer, pues la cinematografía es impecable, creadora y sugestiva.

Asombra el elenco... nadie, repito, nadie falla: Murphy es un grito del alma, Blunt irradia temperamento, Damon asombra en su rol militar, Robert Downey Jr. sorprende, Oldman ya fue Churchill y ahora es Truman, Conti es un verdadero Einstein. El maquillaje está perfectamente aplicado y así vemos juventud, mediana edad y vejez a través de sus intérpretes.

Véala, estará frente a una ganadora de premios Óscar.

El argumento

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el brillante científico estadounidense Julius Robert Oppenheimer (Cillian Murphy, de la serie Peaky Blinders) es asignado al Proyecto Manhattan. Liderará los ensayos nucleares para construir un arma que servirá a su país y con ella vencer a Japón, dueño del Pacífico.

Azorado y frente al poder destructivo del artilugio, Oppenheimer se cuestiona las consecuencias morales de su creación, lo de ser llamado ‘padre de la bomba atómica’.

A través de su desarrollo argumental veremos a su cónyuge Kitty (Emily Blunt); a Jean, su amante (Florence Pugh); a su ‘amigo’ Lewis Strauss (Robert Downey Jr.); además del militar Leslie Groves Jr. (Matt Damon), Ernest Lawrence (Josh Harnett), al presidente de Estados Unidos Harry Truman (Gary Oldman), Niels Bohr (Kenneth Branagh), David Hill (Rami Malek) y al sabio Albert Einstein (Tom Conti), todos ellos personajes que tuvieron destacada participación en la saga histórica, en la historia del Mundo.

Calificación: *****

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