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El juego. Keyla y Roberto Valeriano disfrutan de construir con ladrillos plástico una torre.Cortesía

Coronavirus: La risa que resonó más alto que la epidemia

La resiliencia de los niños es una ayuda para adultos contagiados. Son ocurridos y alegres

Las lágrimas también refrescaron sus tristezas cuando se enteraron de que sus abuelos habían enfermado de COVID-19. Pero, por la resiliencia típica de su infancia pronto llenaron sus casas con sus risas, juegos, bromas y ocurrencias.

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Seis de los siete niños entrevistados por EXPRESO tuvieron a sus abuelos enfermos, ellos contaron que cada noche oraron. Desbordaron sus corazones a Dios y por cada cosa que decían llenaban de ánimo a sus padres, quienes tenían la preocupación hasta de conseguir la medicina, que fue escasa en todo marzo y parte de abril.

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Jardinería. Claudia Huamán riega las plantas junto a su padre, Fernando.Amelia Andrade / Expreso

Con bromas espantaban a la tristeza. Obed y José Alcántaro se disfrazaban para contar chistes a sus padres, quienes tenían la tensión de tener a ocho familiares contagiados. Un día, por iniciativa, caracterizaron a Mote y Pescado, personajes del actor David Reinoso. En otro momento del día escribían cartas de ánimo para los vecinos.

Una actividad en que también participó Camila Anchundia, de 7 años de edad.

Camila se adaptó pronto a jugar con amigos por redes sociales. Con su grupo inventó la hora del té virtual, donde no faltó su mascota Jack. Ha participado en clases de baile y hasta en hacer manualidades en línea. Ayer aprendió a hacer una flor de papel. Sus abuelos también estuvieron enfermos, pero con su carisma y juegos los animó.

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Hasta cuando la escena no era alentadora no perdieron la fe. Keyla y Roberto Valeriano tuvieron a su abuelo con oxígeno. Los días para esta familia fueron eternos, el papi Roberto, como le dicen de cariño, enfermó en marzo y recién a finales de abril mejoró su cuadro clínico. En ese tiempo los nietos ayudaron con su alegría y mensajes a reducir el estrés de la situación.

La más pequeña del grupo de este artículo es Hanna Viteri, tiene 10 meses. Su risa y actitud de querer participar en todo ayudó en esos días en que los abuelos estaban con fiebre y con dificultad para respirar.

“En marzo y parte de abril no fue fácil comprar panes, entonces optamos por prepararlos en casa. Hanna también amasó, jugó y disfrutó de la actividad. Ello nos ayudó a sentirnos con la fortaleza para seguir adelante”, cuenta su madre, Gina Yépez.

Todos los consultados han ayudado en las tareas de casa, Claudia Huamán gozó de regar el jardín de su hogar, en una manifestación de que la vida sigue y que a esto hay que ponerle la mejor sonrisa. Ese amor por la naturaleza también ayudó a que sus padres vean más allá de la emergencia sanitaria.

La más guerrera de la nota periodística es la hija de la enfermera Marianela de Guaranda, quien se contagió del COVID-19 y por ello le hicieron una cesárea de emergencia, pero falleció a los dos días de la operación por la complicación del coronavirus. Una historia publicada por EXPRESO el 21 de abril. Un mes después, la bebé prematura está en los brazos de su padre, Jhon, la pequeña se aferró a la vida dándole razones para seguir adelante a su entera familia. Ella es la bebé por la que los lectores constantemente preguntaban, a través de las publicaciones del Diario en las redes sociales.

Cuatro de las cinco fotos que acompañan a esta nota fueron tomadas por los padres, en el momento de la ocurrencia de sus hijos, en el tiempo en que en Guayaquil todavía se mantiene la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus. Solo la foto de Claudia es una escenificación de lo que ha hecho en este tiempo de la confinación.

A los pequeños se les pidió que den sugerencias e ideas para evitar más contagios del coronavirus.

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Humor. Obed y José Alcántaro tienen la iniciativa de disfrazarse de Mote y Pescado, personajes de David Reinoso, para contar chistes a sus padres.Cortesía.

Los hermanos Alcántaro dicen que el problema es que las personas no aprendieron a tomar distancia. “Pero eso es fácil de hacer, en la escuela, la profesora nos decía que debíamos extender los brazos y así no quedaba juntito a mi compañero de clase. Entonces hay que hacer eso. Si no pueden, entonces usen una cinta como la que tiene mi mami (cinta métrica), así saben la distancia que deben tener”, recomienda José.

Desde su entender esto es un problema de obediencia y de saber la lección. Claudia se ha memorizado las medidas de bioseguridad. Sorprende cuando explica: “Para salir de casa debes ponerte una mascarilla, gafas y llevar gel. Al regresar hay que limpiar los zapatos, hay que bañarse”, indica. Que esto lo explique un adulto no llama la atención, como sí que lo haga una niña de 6 años.

Dado que lo ha memorizado, ella recomienda que las personas se aprendan las medidas de bioseguridad.

Ninguno olvidó decir la importancia de tomar la sopa, comer ensalada y fruta. Hasta saben que no es bueno disfrutar de muchos postres. Pero como los dulces son su deleite, con un toque de picardía se dan permiso de comer un poquito.

El común denominador de los pequeños entrevistados es que creen en un creador supremo. Cuando relatan de las oraciones que han hecho por sus abuelos evidencian una fuerte fe. Hablan de Dios, como quien describe a su mejor amigo.

Por lo tanto los niños son un ejemplo de actitud positiva, alegría, espiritualidad, confianza, ganas de seguir adelante y obediencia en estos tiempos críticos del coronavirus.

Aplicar todas las cualidades que han demostrado son las claves para bajar el riesgo de enfermar y enfrentar al COVID-19.