Génesis, de 8 años, terminó el curso lectivo en casa pegando figuritas para llenar el portafolio escolar. Miguel (10) resistió frente al computador; mientras que Melissa (9) tuvo que asistir durante nueve meses a una ‘escuela improvisada’ de su barrio, donde una líder barrial le prestaba su celular para las clases virtuales y le ayudaba con las tareas escolares. En Ecuador, los niños y sus padres han sufrido con el prolongado cierre de planteles por la COVID-19.

Sandra Parrales, de 30 años, quien es madre de Génesis, vive en Monte Sinaí, un sector vulnerable del suroeste de Guayaquil. Ella está preocupada por los pocos conocimientos adquiridos por su hija en el año lectivo que terminó desde casa la semana pasada; y porque desconoce qué pasará en el siguiente periodo escolar que empezará el 7 de mayo, en el régimen Costa, donde aún no está claro si los niños regresarán a las aulas.

En esta ciudad, el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) cantonal ha mantenido restricciones en el campo educativo; mientras que en el régimen Sierra y Amazonía 77 planteles retornaron a clases presenciales, amparados en un plan piloto que también tenían listo varios colegios públicos y privados de Guayaquil.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ha enviado una alerta. Dice que la crisis de aprendizaje podría convertirse en una catástrofe si no se regresa a las aulas.

A este organismo se han unido voces de expertos y representantes de la educación, quienes tras analizar los efectos de las clases no presenciales y cómo están interviniendo negativamente en el bienestar y aprendizaje de los niños, coinciden en la urgencia del retorno a las aulas en todos los planteles del país.

Aunque no hay cifras oficiales divulgadas por el Ministerio de Educación, la Unicef estima que 90.000 estudiantes del país han abandonado la escuela, y el 15 % no ha recibido clases en las últimas semanas; mientras que seis de cada diez alumnos considera que está aprendiendo menos. (Ver infografía).

Solo en el régimen Costa, 24.760 niños y jóvenes abandonaron el sistema educativo, ante la falta de recursos económicos y las dificultades para acceder a las clases virtuales en medio de la crisis sanitaria, según ha publicado Diario Expreso, en diferentes reportajes.

“Otro año sin escuela sería catastrófico para el aprendizaje y bienestar de los niños. Y la afectación más grave recae sobre aquellos en situación más vulnerable”, aseguró Joaquín González-Alemán, representante de Unicef en Ecuador, durante un encuentro donde se analizó el impacto y consecuencias de la educación no presencial en el aula. El evento fue organizado por la Unión de Gremios de la Cadena Productiva del Libro.

El funcionario propone un regreso progresivo, voluntario y bioseguro, sobre todo en las zonas rurales donde el riesgo de contagio es menor. Además, exhorta a generar confianza para un retorno más generalizado, pues existe evidencia, sobre la base de un estudio realizado en 191 países, de que no existe una correlación entre la apertura de las escuelas y las tasas de contagio de COVID-19.

Álvaro Marchesi, exsecretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y coordinador del Instituto de Evaluación IDEA de la Fundación SM de España, coincide en que “en casa se aprende menos y mientras más tiempo los estudiantes permanezcan encerrados, mayores dificultades se presentarán para recuperar su compromiso con el aprendizaje”.

Con ellos también concuerda Ana León, psicóloga y experta educativa, quien explica que no asistir presencialmente a las escuelas afecta a los niños en su bienestar, seguridad y desarrollo. “Allí es donde reciben educación, alimento y protección, donde juegan, hacen amigos y reciben apoyo de los docentes”, anota, al tiempo de señalar que cuando se pierde el contacto, hay más posibilidades de que los niños abandonen el sistema educativo.

Rosalía Arteaga, expresidenta de la República y exministra de Educación, exhortó a los gobiernos locales y municipios a trabajar por la recuperación de la educación. “Es su deber dejar de preocuparse por comprar mascarillas y poner el hombro para recuperar al sector educativo”, recalcó.

El Ministerio de Educación tiene un Plan de Continuidad Educativa (PICE) para el retorno a las aulas; pero este está supeditado al visto bueno del COE nacional y cantonal.

Génesis, Miguel y Melissa desean que estos planes pilotos sean aprobados para regresar a la escuela el próximo año lectivo que empieza en mayo.