Transmitir el civismo, explicando la historia de los barrios, ayudar ya sea comprando víveres o medicinas, fueron las acciones que ejecutaron diferentes líderes barriales durante los días que la COVID-19 azotó a Guayaquil. Hoy, esas tareas perduran fortaleciendo los lazos comunitarios y en los que las muestras de cariño no faltan. EXPRESO presenta dos historias de dirigentes que intensificaron su labor. 

• El barrio del salado fortaleció el civismo con los encuentros online 

Mantener el civismo y las tradiciones populares de Guayaquil. Esa es la misión que se plantearon los residentes del patrimonial barrio del Salado, ubicado en el centro-sur de la ciudad, y que las ejecutan gracias a las herramientas digitales. Al conocer que iniciará un nuevo encuentro, a los moradores se les dibuja una sonrisa en sus rostros, pues les encanta debatir y conocer los hechos que quizá no sabían del Puerto Principal.

Las temáticas son variadas como, por ejemplo, la información de los edificios y casas patrimoniales que se levantan en este y otros sectores aledaños, así como la identidad del emblemático barrio. Los vecinos añoran las reuniones que se ejecutaban antes de que la pandemia aterrizara al territorio ecuatoriano, pero están conscientes que deben primar las medidas de bioseguridad.

Una reciente noticia que llenó de entusiasmo y esperanza al sector es que la mayoría de su población, que pertenece al rango de la tercera edad, ya se encuentra vacunada contra la COVID-19. Es por eso que cada vez hay más mensajes de ánimo que colman los grupos de WhatsApp, aquellos donde también se comparten otros temas que afectan al barrio.

Gustavo Rivadeneria es el presidente del comité barrial y quien lleva al frente estas actividades a favor del vecindario. Él engalanó su balcón con una bandera de Guayaquil que flamea mientras comparte la historia del edificio Guayaquil Tenis Club frente a una laptop donde lo ven sus vecinos.

“Este edificio tiene 110 años y se encuentra en la 9 de Octubre y Lizardo García. Con esto se enriquece el conocimiento de los moradores y se amplía más información y resaltan los recuerdos de ellos. Todo esto es por mantener la memoria de nuestro Guayaquil”, comenta el dirigente comunitario.

En este punto, el civismo se pinta con la colocación de banderas celeste y blanco no solo en las casas, sino también en varios negocios.

• Una líder que se volcó a ayudar a sus vecinos

A sus 46 años, Verónica Soto pertenece al Club de los Años Dorados, conformado por 52 residentes adultos mayores de la décima tercera etapa de la ciudadela la Alborada. En los meses más críticos de la pandemia, Soto, al ser la más joven de la agrupación, decidió atender a sus vecinos en lo que más podía.

Y fue en este tiempo que su liderazgo se fortaleció, pues no la detuvieron las restricciones ni los dantescos escenarios que soportó Guayaquil.

Una de las gestiones de su autoría que más recuerda el vecindario es cuando llegaron brigadas del Ministerio de Salud Pública, en las que también se brindaron terapias psicológicas para sobrellevar el confinamiento. Y cuando se trató de medicina, Soto recolectaba las recetas de todos sus vecinos y junto con otros moradores, las entregaban en sus domicilios.

Esta ingeniera comercial cuenta que las consultas con el psicólogo se hacían vía Zoom, y en los casos donde alguno de sus vecinos no tenía accesibilidad, no le importaba prestar su celular para poder conectarse; acción que benefició a muchos debido a que sí se presentaron problemas de depresión y ansiedad por el encierro. 

“Ella hace un trabajo de ayuda increíble; si alguien se enferma le lleva la comida preparada” cuenta una de sus vecinas, al mostrarse contenta de que la labor de Soto se fortaleció a favor de toda una comunidad.