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La planta. La queja de la ciudadanía proviene de esta laguna desde hace algunos años, la de Guayacanes Samanes, en el sector de El Limonal.Miguel Canales Leon

Urbanistas: “Guayaquil no tiene la culpa, sí los nulos procesos en las lagunas de oxidación”

Ingenieros civiles y urbanistas rechazan la idea de que Guayaquil huela mal por cómo está diseñada. Dicen que los argumentos de Interagua son justificaciones

Que Guayaquil sea plana, que esté a orillas del mar y sus construcciones sean, casi en su totalidad, horizontales, no implica que sus habitantes, incluidos los de zonas como La Puntilla (Samborondón), estén sentenciados a convivir con la fetidez que generan las lagunas de oxidación. Así lo advierten los planificadores urbanos del Puerto Principal y de ciudades como Quito y Cuenca, que rechazan la explicación que días atrás dio Interagua respecto a que es difícil prometer que nunca estos malos olores dejarán de sentirse, por el diseño que tiene la ciudad.

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Que Guayaquil debe apostarle a los proyectos verticales, para que así las aguas residuales recorran distancias más cortas hasta llegar a las lagunas de oxidación, y se evite entonces que estas se fermenten, es lo que señaló Jerome Cardineau, director general de Veolia Ecuador, empresa francesa que opera el consorcio, al hacer hincapié en que lograrlo sería una tarea titánica por un tema cultural. Sin embargo, para los consultados, lo anunciado no deja de ser más que justificaciones.

Y es que en el país, poniendo como ejemplo a la capital y a Cuenca, donde prevalecen aún las construcciones horizontales; y en el extranjero, a metrópolis como Buenos Aires (Argentina) y Lima (Perú), e incluso Houston (EE. UU.), que guarda características topográficas similares a las de Guayaquil, coincidieron la urbanista Lili Carbonell y el ingeniero civil Jacinto Rivero, queda claro que sí es posible vivir sin vecinos contaminantes.

Queja.La laguna que más molestias causa es la de Guayacanes Samanes. Los olores suelen llegar hasta a La Puntilla y la avenida León Febres-Cordero.

“Allá el escenario es distinto al de acá, ¿saben por qué? Porque tratan las aguas. El problema nuestro es que no lo hacen, lo único que tenemos de tratamiento es el nombre. Después de 20 años que un consorcio ha estado operando, no es lógico decir que el problema se da por ser el territorio una zona problemática. La fetidez no tiene nada que ver que eso. Tenemos el ejemplo de Buenos Aires, que tiene 5 o 6 veces más habitantes que Guayaquil y no convive con una molestia que se huele a kilómetros”, argumentó Rivero, que formó parte de la extinta Comisión de Estudios para el Desarrollo de la Cuenca del Río Guayas y a quien le preocupa que con la construcción de la planta Los Merinos la molestia continúe.

El problema con Guayaquil es que las lagunas de oxidación no funcionan, que no hay tratamiento y solo justificaciones. Estas son nada más que un reservorio de las aguas.

Jacinto Rivero,
ingeniero civil y experto en hidráulica
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Habitantes del sector aseguran que los olores suelen llegarse hasta en La Puntilla.Miguel Canales Leon

“Si es así, estamos perdidos, aunque aclaro que con el debido tratamiento y la tecnología de punta, los olores se van. Lo que se ha dicho acá son pretextos”, señaló al concordar con el presidente del Observatorio Ciudadano De Servicios Públicos, Marlon Cabrera, quien apunta a la falta de tratamientos profundos.

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“En el mundo son decenas, cientos de ciudades, las que están a orillas del mar y, además, se desarrollan todavía de forma horizontal. ¿Y huelen mal? No, no lo hacen”, advierte, al enumerar las razones por las que se olfatea un aire más puro: han hecho obras de repotenciación de las lagunas a tiempo, se actualizan los equipos técnicos y científicos de forma permanente; y existe un veedor a las acciones que ejecuta el consorcio.

“Acá no tengo ni idea de cómo va Los Merinos, si su cobertura técnica será la ideal. Acá no escuchan a la ciudad ni la Academia, las autoridades tampoco actúan. Por eso hay diferencias abismales entre una urbe y otra”. Solo en Cuenca y la capital, advierte el arquitecto y magíster en impactos ambientales a nivel nacional, Brick Reyes, las quejas por este tipo de temas no se dan nunca o son “contadísimas en el año”.

No hay que culpar a la ciudad por lo que aquí no se ha hecho, decir que es el diseño, la estructura, son solo argumentos débiles. Aquí falla la manera de tratar las aguas y planificar.

Marlon Cabrera,
presidente del Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos

“Y estamos hablando del mismo país, de la misma cultura, la misma tendencia de construcción... Culpar al diseño de la ciudad para decir que hay y que posiblemente habrá todavía molestias en el futuro, es como tirar la toalla en una pelea de boxeo. Si la fermentación es uno de los problemas, lo ideal será entonces crear microplantas en las redes que vayan limpiando y purificando las aguas entonces”, piensa Reyes.

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Para el arquitecto y urbanista José Toral, quien ha trabajado y vivido en Cuenca y la capital, como esté diseñada una ciudad no tiene nada que ver con las molestias. Si bien reconoce que ambas metrópolis de la Sierra son medianamente más verticales, “lo que puede ayudar, sí, a que el agua caiga o llegue con más rapidez” a las piscinas de oxidación; nada tiene que ver con los olores que se desprendan. Eso, asegura, está ligado a los tratamientos que se les dé a las estructuras. “En Cuenca, por ejemplo, las molestias de las aguas servidas se perciben como mucho en no más de cinco metros. En Quito el escenario es parecido. Y todo va ligado a la tecnología, procedimientos que aplican”, advierte.

LAGUNA DE OXIDACIÓN
Sitio. La autoridad dijo que la planta de las lagunas trabaja en su máxima capacidad. Los malos olores siguen.Álex Lima

En Quito y Cuenca hay plantas nuevas, tecnología de punta y avanzada, eso ayuda; además de los tratamientos que se aplican. Los olores en ambos puntos son realmente mínimos.

José Toral,
arquitecto y urbanista de Quito y Cuenca

El urbanista quiteño Pablo Cacuango, quien corrobora la información, cree que aunque son varios los factores que inciden en la fetidez, el de la estructura topográfica tiene peso, pero no es el origen ni la solución al problema. “Los métodos químicos, la implementación de gérmenes permanentes que limpian las aguas y se comen los sedimentos, pueden neutralizar los sedimentos”, advierte.

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Para Carbonell, también magíster en Arquitectura y Hábitat Sustentable, como medida complementaria se debería renovar el sistema de los ductos de aguas servidas, que está obsoleto y vuelve más crónico el problema. “Yo viví en Buenos Aires y nunca lo experimenté. Acá, hasta los ductos de aguas lluvias huelen pésimo. Es un daño integral”, alerta.

Para Reyes, otra salida de apoyo está en la construcción de corredores ecológicos alrededor de todas las plantas. El año pasado, Interagua construyó uno. “Ahora la entidad debe ver la manera de construir más, de rodear todos los frentes de las lagunas con árboles, a fin de que retengan los olores que, con el viento, vuelan por kilómetros...”.