Jaime Izurieta Varea | Quito: de Calvino a la 10 de Agosto

Apoyemos su empeño, sumemos nuestras voces y manos
Hay libros que saltan a la vista y se roban nuestra atención. Algunos incluyen las ciudades donde sucede la historia como un personaje más, como en el Ulises de Joyce, del cual se decía que su descripción de Dublín permitiría reconstruirla si algún día desapareciera.
Otros son fantásticos, como Las ciudades invisibles, de Ítalo Calvino. En su crónica, Marco Polo describe a Kublai Khan ciudades lejanas, todas inspiradas en Venecia, descompuesta en ciudades de la memoria, belleza, olvido, signos, lujuria o desidia. Cada relato de Calvino, breve y alegórico, enseña algo sobre la urbe: compleja, resignada, imperturbable.
Cada una de esas ciudades fantásticas, los hombres las construyeron donde había algo que ganar. Los incentivos son los que permitieron que se alce la mítica Venecia medieval, igual que nuestras preciosas Cuenca, Guayaquil o Quito. La otra cara de la moneda es la destrucción impasible, el deterioro imparable de los centros urbanos bajo el peso de la desidia, la burocracia y el revanchismo.
Hace años intenté, como quien se resiste a entender que si a una idea no le ha llegado su momento no hay poder humano que la mueva, impulsar un esfuerzo privado para rehabilitar una pequeña parte de la ciudad de Quito. Luego de varios intentos, incluido uno exitoso para organizar un barrio autónomo en La Mariscal, hoy veo con alegría que mi amigo Esteban Najas, arquitecto, emprendedor y creador, ha tomado la posta y reavivado la iniciativa.
Veo en Esteban el reflejo de aquellos que, como en las ciudades de Calvino, entienden que la urbe es más que piedra: es un sueño colectivo que exige audacia y visión. Su cruzada para revitalizar Quito, manzana por manzana, rescata nuestras calles, empezando por la mítica 10 de Agosto y reaviva la chispa de lo posible.
Apoyemos su empeño, sumemos nuestras voces y manos, porque en cada esfuerzo privado que levanta una plaza o restaura una fachada, nuestras ciudades recobran su alma, listas para brillar como la más fantástica de las contadas por Calvino.