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Desde su casa, Cristhoper y Aleisha quieren cumplir con sus tareas, en medio de tantas dificultades. Su madre los apoya.CARLOS KLINGER

Las clases en el aula todavía son esquivas para 58.000 niños

Hay escolares que no han regresado a las aulas desde el 2020. El arreglo de los planteles impide su reintegro Ellos estudian en casa con muchas deficiencias

Desde 2020, cuando las escuelas se cerraron por la pandemia de COVID-19, el proceso de aprendizaje no ha variado absolutamente nada para Cristhoper Hidalgo, de 11 años. Él todavía no ha podido retornar a las clases presenciales y tampoco sabe cuándo lo hará, pues la escuela fiscal donde cursa el sexto año de básica continúa en remodelación.

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El menor ha pasado ‘estudiando’ más de dos años en su humilde vivienda ubicada en la cooperativa Nueva Jerusalén, en Monte Sinaí, noroeste de Guayaquil. Lo ha hecho junto a su hermana Aleisha (8), quien también tiene dificultades para recibir educación en casa.

“Mis hijos continúan educándose con los mismos problemas que han tenido desde hace más de dos años: desde casa, sin Internet ni computadora y sin alguien que los guíe para saber si van o no por buen camino. Ojalá pronto terminen los trabajos de remodelación en el plantel para que puedan regresar a las aulas, como lo hicieron en mayo pasado la mayoría de estudiantes del régimen Costa”, indica Alicia Mora, madre de los menores.

Ella ha dejado de trabajar todo este tiempo para supervisar las tareas que el profesor les envía por mensajes de WhatsApp a sus hijos. Pero asegura que esto es complicado.

Tuvieron tiempo y mucho, pero decidieron hacer los arreglos cuando el retorno ya era obligatorio.

Carolina Huiracocha, madre

“A veces llegan vídeos que no se pueden abrir desde el teléfono porque están en formatos digitales y no tengo un buen sistema de Internet ni las herramientas tecnológicas necesarias para eso”, lamenta, mientras observa con angustia cómo sus hijos tratan de avanzar en sus tareas, en un rincón de la sala que está pegada a la cocina y a un pequeño dormitorio.

Cristhoper y Aleisha no son los únicos niños a quienes las clases presenciales todavía les son esquivas. En la zona 8, que abarca los cantones Guayaquil, Durán y Samborondón, hay cerca de 20.000 estudiantes de 58 planteles públicos que siguen en la modalidad virtual.

En la misma situación están 151 locales en todo el régimen Costa que han sido intervenidos para mejorarlos tras dos años de abandono y vandalismo al que han estado expuestos. Y son cerca de 58.000 los alumnos que tienen problemas para regresar a las aulas, según informaron oportunamente las autoridades educativas.

Melissa y Dylan, de 9 y 7 años, respectivamente, también forman parte de esta estadística y compleja forma de recibir educación. A ellos les llegan las tareas por WhatsApp, pero solo cuando su madre tiene dinero para hacer una recarga al celular que posee desde hace cuatro años.

“No siempre hay plata para eso. A veces no tenemos ni para comer, peor para gastar en una recarga”, anota Ana Molina, madre de los niños, quien no está de acuerdo en que sus hijos estudien de esta manera, porque no están aprendiendo lo que deberían saber en cada uno de sus niveles.

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Los niños van a una ‘escuela’ improvisada para aprender a leer con la ayuda de la comunidad.CARLOS KLINGER

Los vacíos de aprendizajes están a la vista. Sus hijos, al igual que otros escolares, tienen dificultades para leer y escribir. También para resolver problemas aritméticos sencillos. “En lugar de avanzar se han quedado estancados, incluso creo que están retrocediendo, porque no están recibiendo una buena educación. Y el que seamos pobres y vivamos en un sector marginal no nos hace menos que nadie, queremos que nuestros hijos regresen a la escuela”, subraya.

En este lugar, nueve de cada diez menores tienen estándares muy bajos de lectoescritura, según los resultados de una muestra aplicada el año pasado en Monte Sinaí por la Dirección de la Mujer, el Centro de Desarrollo y Autogestión, y representantes de Unicef. Estos problemas los venían arrastrando desde hace varios años, pero se han acentuado con la educación no presencial asumida por la pandemia.

Desde hace dos años, un grupo de voluntarios de Hogar de Cristo acude todos los viernes a la zona para ayudar a los pequeños a continuar con sus estudios y a desarrollar las actividades escolares. Se reúnen en un local de caña que la comunidad lo ha adaptado como una ‘escuela provisional’.

En lugar de ir hacia adelante en el proceso de aprendizaje veo que mis hijos se han estancado.

Johanna Loor, madre

Los chicos llegan con sus cuadernos y el material que sus maestros les ha enviado. Allí tratan de avanzar lo más que pueden. Pero para Cecibel Medina, madre de familia, esta ayuda es insuficiente por la cantidad de estudiantes que la necesitan. “Aquí hay niños que no están escolarizados, pero que sí quieren aprender al igual que sus amigos. Las autoridades de Educación deben venir al sector para que vean la situación en que se están educando los menores. Muchos han optado por no seguir haciéndolo porque no tienen las herramientas para eso”, resalta.

Como ha informado EXPRESO en diferentes ediciones, cerca de 90.000 estudiantes del país abandonaron la escuela en los últimos dos años. Las dificultades de seguir estudiando desde casa, cuando la mayoría regresó a la presencialidad, han hecho que muchos niños ya no sigan su proceso de aprendizaje porque no tienen las herramientas para hacerlo de manera virtual.