“En La Aurora solo se llega a dormir y comprar comida. No hay mucho por hacer”, considera Vivian Vives, habitante de esta parroquia urbana de Daule, argumento al que se suman otros moradores que consideran que el sector está repleto de plazas comerciales, por lo que necesita con urgencia espacios que promuevan el arte y la cultura.

Corredores verdes para recreación, bibliotecas públicas para aquellos con menos facilidades de acceso a información, eventos que impulsen la ilustración, danza y folclor del cantón, son algunos de los pedidos de la comunidad.

Además del malecón y el gran parque comunitario que han sido prometidos desde administraciones pasadas, la comunidad pide que el espacio no sea pensado para ser otra plaza comercial, sino que ofrezca áreas donde exponer las distintas expresiones artísticas, con actividades y escenarios destinados para eso. “No quisiera que creen una plaza y quede como Guayarte, durante la administración de Cynthia Viteri. Puro restaurante y nada de pintura, música o teatro”, dice el residente Daniel Vera.

La falta de una biblioteca pública también genera malestar en aquellos con menor acceso a internet. Los padres de familia deben gastar más dinero para que sus hijos busquen la información que requieren. “Llego a casa y mi celular se vuelve de mis niños para que terminen sus tareas. Y si se acaba el saldo, debo salir a recargar más. Con una biblioteca pública podría encontrar la información que requiera, y podría destinar ese dinero (de las recargas) en más cosas de la casa”, comenta la moradora Carmen Mendoza.

Asimismo, Gabriel Abad y César Martínez, de 17 y 18 años respectivamente, concuerdan en que una biblioteca es necesaria para los jóvenes, no solo para sus tareas, también para darles acceso a la información y adquirir más conocimientos.

“Con una biblioteca no sería suficiente, la Alcaldía también debe hacer talleres de arte. A la orilla del río Daule hay un espacio baldío, podrían tomarlo para dar clases de fútbol, pintura o algo que dé vida al barrio. Incluso podrían hacer un espacio tipo Guayarte, pero que en serio muestre música, cine y pinturas, para que este punto deje de ser usado por consumidores de droga”, propone Martínez

La falta de obras que promuevan el arte y cultura ha sido una deuda, en especial en esta parroquia urbana donde residen aproximadamente 160.000 personas de los 222.446 ciudadanos que viven en Daule, de acuerdo con el censo realizado en 2022 por el INEC.

Para gestores culturales como Sergio Cortés, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Casa Grande, y Andrea Lozano, docente de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil, la solución debe recaer en la regeneración de espacios y dedicarlos a la convivencia.

Cortés señala que la necesidad debe venir de la comunidad y, una vez planteada, las autoridades deben diseñar estrategias con intervenciones puntuales, como la ocupación de predios en desuso y para activar espacios de encuentro, que permitan promover talleres de arte y el deporte.

Considera que los espacios multifuncionales en sitios grandes, como galpones, satisfaría las necesidades de la comunidad. “Aquí, un día tendría que ser una cancha y otro día una feria de artesanías o de abastos. Un mismo espacio que se transforme constantemente para brindar varios servicios”.

Hugo Torres y Mario Espinoza, ambos de 23 años, quienes viven en Villa Club desde los ocho años, cuentan que antes de que las urbanizaciones tomarán más espacios del cerro, los jóvenes y adultos salían en bicicleta a recorrer el cerro. “La gente se organizaba en grupos para salir en bicicleta. Adultos, adolescentes y niños. Pero ahora ya no hay esa posibilidad como antes, los cerros están desapareciendo y se ha perdido esa conexión con la naturaleza, porque antes se rodaba por el monte y veías todo verde. Ahora solo veo maquinaria y terrenos vacíos”, cuestiona Torres.

Razón por la que Sergio Cortés destaca que la necesidad de dar vivienda, no debe necesariamente empujarnos a sacrificar áreas naturales. Un gran corredor natural, que sea destinado a ciclovías y el deporte, sería otra de las alternativas a aplicar.

Para nutrir el conocimiento cultural, Lozano apunta a la iniciativa de bibliotecas comunitarias, que consiste en ofrecer libros en espacios específicos para que los ciudadanos los tomen, lean y los devuelvan en otro punto donde se lleve a cabo este proyecto. “En Madrid tienen las bibliotecas del metro. Con su credencial sacan un libro y lo pueden dejar en cualquier otra estación de metro, así que los contenidos siempre cambian porque se mueven por toda la ciudad. Algo similar se puede aplicar en la parroquia, sea con buses o con otro tipo de servicios”, sugiere.

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