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Avance. Un expositor muestra una app de inteligencia artificial en una reciente feria tecnológica en Barcelona (España).EFE

¿Por qué hay que repensar ahora la IA? No es catastrofismo, sino precaución

Más de 5.500 expertos de todo el mundo lanzan el pedido de una pausa

La explosión de los modelos de inteligencia artificial generativa, capaces de “conversar” y crear textos, imágenes o música a partir de datos existentes, ha hecho que más de 5.500 expertos de todo el mundo hayan pedido una pausa, pero ¿por qué ahora? El ritmo al que avanza esta tecnología preocupa, hay que repensarla.

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Encabezados por Yoshua Bengio, premio Turing y profesor de la Universidad de Montreal, en Canadá, y Stuart Russell, de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, los expertos solicitan en una carta a los laboratorios que suspendan al menos seis meses el entrenamiento de sistemas de inteligencia artificial (IA) más potentes que GPT-4. Entre los firmantes hay varios españoles. Carles Sierra, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Pablo Jarillo-Herrero, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quienes coinciden en que no se han tomado las precauciones necesarias antes de trasladar masivamente esta IA a la ciudadanía.

  • Lo negativo. Imágenes del papa Francisco con un abrigo de plumas blanco o de Donald Trump resistiéndose a un arresto son los ejemplos de desinformación de la IA que circulan estos días en redes.

Sierra admite tener “una preocupación creciente por esta especie de carrera armamentística” en la que están las empresas tecnológicas. No solo es OpenIA la que está desarrollando modelos de IA generativa, también Google, con Bard, o Meta con LLaMa.

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No se trata de catastrofismo, dice Sierra, sino que “hay compañías que han invertido mucho dinero, quieren monetizar lo que han hecho y están en la batalla por ver quién se lleva el trozo más grande del pastel”, pero en “este proceso están siendo poco prudentes”.

Falta evaluación y sin ella no sabemos qué consecuencias puede tener esta IA, afirma el experto del CSIC, quien lo compara con el proceso de investigación y aprobación de un medicamento; las agencias reguladoras tardan años en aprobarlos y solo tras la superación de las tres fases de los ensayos clínicos (hay una cuarta de farmacovigilancia). “Las empresas están sucediendo sus versiones a un ritmo de una cada mes -OpenIA ya trabaja en ChatGPT-5-, poniendo a disposición de todo el mundo los nuevos modelos, y no de manera sectorial”, lamenta.

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Jarillo-Herrero también está preocupado por el ritmo al que está avanzando esta IA y recuerda que hace algún tiempo también hubo interés en una moratoria sobre el uso de la técnica de edición genética CRISPR, que progresaba “mucho más deprisa de lo que la humanidad podía ‘digerir’, y algunas aplicaciones se podían ir de las manos”. “Con tecnologías tan disruptivas es conveniente entender y anticipar las posibles consecuencias de su uso y regularlo”, señala.

Los expertos coinciden en que la IA, también la generativa, puede proporcionar beneficios, pero, tal y como advierte Sierra, estos sistemas buscan que el resultado sea verosímil, no necesariamente cierto, y que parezca que lo ha dicho un humano; ahí está el riesgo. Basados en el aprendizaje automático, estos sistemas, de los que también preocupa la privacidad y uso de datos personales, aprenden de millones de textos, imágenes o vídeos publicados en internet, y los desarrolladores se quedan con datos de las miles de conversaciones de los usuarios para mejorar los siguientes modelos.