
Resistencia a los antibióticos: una amenaza que podemos evitar
Un peligro silencioso pone en riesgo tratamientos que antes salvaban vidas. Pero sí es posible cambiar el rumbo
Imagina que una infección común, como una simple faringitis o una herida infectada, que antes se curaba fácilmente, hoy se convierta en un peligro real para la vida. Esto ya no es solo un temor lejano, sino una amenaza creciente debido a la resistencia a los antibióticos.
Esta resistencia surge cuando usamos mal estos medicamentos: al detener el tratamiento demasiado pronto, al tomarlos para infecciones virales donde no sirven, o al usarlos sin supervisión médica. Además, su uso excesivo en animales también contribuye a que las bacterias se vuelvan más fuertes y difíciles de combatir.
Esta situación afecta a todos, porque tratamientos que antes eran rutinarios, como una cirugía o una quimioterapia, ahora tienen un riesgo mucho mayor por las infecciones que pueden surgir. La Organización Mundial de la Salud nos alerta que, si no actuamos ya, para el 2050 podrían morir hasta 10 millones de personas al año por infecciones resistentes, más que por cualquier cáncer.
Por eso, los profesionales de la salud deben prescribir con responsabilidad, y nosotros como pacientes debemos seguir sus indicaciones al pie de la letra y evitar la automedicación. Solo trabajando juntos podemos cuidar nuestra salud y la de las futuras generaciones.
Uso responsable de antibióticos
El uso excesivo e inapropiado de antibióticos, especialmente para infecciones virales donde no son efectivos, fomenta la resistencia bacteriana. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, cerca de un tercio de los antibióticos se usan sin necesidad.
Los antibióticos solo sirven para infecciones bacterianas, no para virus como resfriados, gripe, bronquitis o algunos tipos de tos. Usarlos en infecciones virales no cura, no previene contagios, puede causar efectos secundarios y contribuye a la resistencia. Además, atacan bacterias beneficiosas del cuerpo, lo que facilita que bacterias resistentes o dañinas se desarrollen y se propaguen.
¿Qué es la clasificación AwaRe?
Es una herramienta desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017 para promover el uso responsable de los antibióticos y combatir la resistencia antimicrobiana.
Access (Acceso):
Este grupo incluye antibióticos de primera línea, eficaces contra muchas infecciones comunes y con bajo potencial de generar resistencia. Por su seguridad y efectividad, la Organización Mundial de la Salud recomienda que estén ampliamente disponibles y sean accesibles para toda la población. Un ejemplo típico es la amoxicilina. La meta es que, al menos, el 60 % del consumo total de antibióticos en hospitales y clínicas provenga de este grupo.
Watch (Vigilancia):
Los antibióticos clasificados en esta categoría tienen un mayor riesgo de generar resistencia, por lo que su uso debe limitarse a casos específicos y ser cuidadosamente monitoreado. Están indicados cuando los antibióticos del grupo Access no resultan suficientes. Entre los más conocidos se encuentran la ceftriaxona y la levofloxacina.
Reserve (Reserva):
Estos son antibióticos de último recurso, utilizados en situaciones graves donde las bacterias han demostrado resistencia a otros tratamientos. Su uso debe ser extremadamente controlado para preservar su eficacia en el tiempo. Son esenciales en la atención de infecciones multirresistentes, y entre ellos se destacan la colistina y el linezolid.
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