
María Escobar, esposa de Chito Vera: su historia de amor, maternidad y fortaleza
Desde una maternidad temprana hasta la crianza en un hogar con rutinas y valores firmes, así vive María Escobar
Con una risa alegre y una mirada feliz, María Paulina Escobar habla de la maternidad no solo como un rol, sino como la experiencia que le dio propósito, fortaleza y una nueva identidad. Es madre de tres hijos, Anapaula, José Ignacio y Eliana, y esposa del reconocido artista marcial mixto ecuatoriano de UFC, Marlon ‘Chito’ Vera. Aunque su día a día transcurre lejos del octágono, en casa su lucha es constante: criar con amor, paciencia y firmeza.
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“Nunca soñé con ser mamá, nunca fue algo que anhelaba... simplemente sucedió”, confiesa. María Paulina fue madre joven, y eso cambió su vida de forma radical. “Desde que nació mi primera hija, hubo un switch inmediato en mí. Me convertí en mamá de un día para otro y nunca volví a ser la misma”.
La evolución personal de Maria
Convertirse en madre a los 17 años de una niña con necesidades especiales marcó el inicio de una transformación en la vida de María. “Cuando nació Anapaula, supe de inmediato que tenía que crecer rápido. Fue una maternidad distinta, con muchos desafíos, pero también con muchísima enseñanza”. Para ella, su hija mayor representa la primera gran lección de amor incondicional y resiliencia.
Aunque reconoce que su vida giró completamente en torno a sus hijos por varios años, también habla de la importancia de reencontrarse consigo misma. “Hubo un punto en el que no sabía cómo ser mamá y mujer al mismo tiempo. Fui 100 % mamá, y aunque no me arrepiento, también aprendí que está bien volver a encontrarte como mujer”.
Cada hijo, un mundo
Hablar de sus hijos le ilumina el rostro. Cada uno es distinto, con personalidades únicas que ella reconoce, celebra y acompaña con ternura. “Anapaula es muy sentimental, tengo que medir mis palabras con ella; Nacho es mi niño del medio, tiene un corazón increíble. Con los hombres hay ese vínculo protector. Y Eli es una fusión perfecta de Chito y de mí: es valiente, no le tiene miedo a nada. Me cae tan bien mi hija, de verdad”, se ríe.
A pesar del estilo de vida agitado de su esposo, María mantiene un ambiente familiar sencillo, donde las rutinas y las pequeñas tradiciones tienen un valor inmenso. “Todos los domingos vamos al mismo lugar a pasear y tomar café. Y los sábados, el desayuno no cambia: croissant con huevo revuelto y jugo de naranja. Esas pequeñas cosas son las que más se recuerdan”.
¿Cómo maneja la familia Vera la fama y la crianza?
Con un esposo que ha alcanzado fama internacional, la dinámica familiar también ha cambiado con el tiempo. “Antes, cuando los niños eran más pequeños, Chito les decía que los fans eran sus amigos. Ahora ya saben lo que significa tener un papá famoso”. Incluso en la escuela, los compañeros de grados mayores a veces les preguntan por su padre, algo que sus hijos enfrentan con naturalidad. “Yo solo espero que no se sientan incómodos o extraños, trato de estar siempre pendiente de cómo lo viven”.
Paciencia, el verdadero superpoder
Cuando se le pregunta qué consejo daría a otras madres, su respuesta es: paciencia. “Hay días en los que te sientes la mejor mamá del mundo, y otros en los que sientes que fallaste. Está bien. No hay una fórmula perfecta.” Para ella, el secreto está en aprender a fluir. “Yo era de las que quería tener todo bajo control: la hora de almuerzo, las rutinas… pero aprendí a soltar. Fluir con el día a día hace que la maternidad se sienta más ligera”.
¿Qué rol juega la tecnología en su hogar?
Como muchas madres modernas, María ha tenido que aprender a navegar el mundo de la tecnología con sus hijos. “Todos tienen acceso a aparatos, pero nadie tiene redes sociales. Revisamos lo que ven, con quién hablan. En esta época, hay que tener la oreja parada todo el tiempo”. YouTube, por ejemplo, está completamente prohibido en su casa: “Por más filtros que pongas, siempre se cuela algo. Así que lo bloqueamos por completo”.
Crecer juntos
Más que educar, siente que ha crecido junto a sus hijos. “La inocencia, la alegría, la forma en la que ven el mundo… ellos me enseñan todos los días. No sé si hay una sola cosa que les he enseñado más de lo que ellos me enseñan a mí”.
Incluso en los momentos cotidianos, encuentra profundidad. “A veces uno de mis hijos me dice: “‘Tú siempre puedes hacer todo’, y yo le contesto: ‘¿Quién soy yo?’, ‘La mamá, y puedes hacerlo todo’”.
Y esa es quizás una de las definiciones más hermosas de lo que significa ser madre: ser capaz de todo, incluso cuando una no lo sabe.
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