
Mucho más que comer: el valor de una experiencia gastronómica
Cada experiencia gastronómica es única, y nuestras opiniones pueden impulsar o perjudicar un proyecto con solo una palabra
La cantidad de opiniones y gustos sobre un restaurante puede ser tan diversa como el número de granos de arena en una playa. Es muy difícil que exista un consenso general sobre el mejor lugar para comer, y es precisamente esa variedad de criterios lo que hace que muchos sitios tengan afluencia y que no sea uno solo el que congregue a todos los comensales
Hay que tener claro que, con suerte, habrá ciertos restaurantes que muchos puedan considerar que son buenos o excelentes. No obstante, eso no quiere decir que solo cuando hay consenso de criterios es que se puede validar un lugar.
Me considero una aficionada del mundo de la gastronomía, y por supuesto que tengo mis spots favoritos, que a veces van más allá de los platos o preparaciones que disfruto, sino también me inclino a repetir lugares donde encuentro calidez de servicio, armonía y consistencia.
Críticas que construyen
La palabra tiene un peso muy grande en materia gastronómica, y el boca a boca puede ser muy beneficioso o muy perjudicial para quienes están procurando sacar un negocio adelante.
Es por esto que, más que hacer crítica pública, disfruto más hacerla en privado, de forma constructiva, y enfocarme en promover y apoyar a quienes buscan aportar en la escena local de una ciudad que tanto necesita nuevas propuestas para, algún día, aspirar no solo a satisfacer al consumidor interno, sino al extranjero.
Una ciudad con propuestas que no vayan al son de las modas o novelerías, porque, si toca sobrevivir a costillas de las opiniones abiertamente castigadoras e implacables, y no de las críticas constructivas, entonces será muy duro el porvenir de las diversas cocinas.
Es muy fácil decir “a mí me fue muy mal”, “no vale la pena ir”, “yo cocino mejor…”, pero lo que no es fácil es abrir un negocio gastronómico y sacarlo adelante con todos los retos que esto conlleva.
Nos toca también aprender a dar segundas oportunidades; por supuesto, hacer sugerencias que puedan ayudar a corregir o ajustar, pero que el afán sea siempre el de progresar y construir, mas no de llenarnos de opiniones que no ayudan a nadie ni aportan en nada.
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