El vuelo de los loros retorna a Guayaquil

El vuelo de los loros retorna a Guayaquil

A determinadas horas, las partes altas del Palacio Municipal se llena con un sonido particular. Proviene de uno de los últimos habitantes de los capiteles de este edificio histórico: loros del tipo aratinga de Guayaquil o de cabeza roja.

A determinadas horas, las partes altas del Palacio Municipal se llena con un sonido particular. Proviene de uno de los últimos habitantes de los capiteles de este edificio histórico: loros del tipo aratinga de Guayaquil o de cabeza roja.

No es un solo espécimen. Son dos, cinco y hasta ocho... hay quienes aseguran que son cerca de 20 las aves que se han tomado estos detalles arquitectónicos.

“Tienen hasta sus casas en los techos falsos del Municipio”, dijo uno de los empleados del Cabildo.

“Es una invasión y el alcalde ni siquiera se ha enterado”, comentó otro.

La bióloga Nancy Hilgert de Benavides señaló que “se reúnen diariamente en el edificio de la Municipalidad y van y vienen de los jardines del Malecón 2000 formando un gran alboroto”.

El nombre científico de esta ave es psittacara erythrogenys, y según una reclasificación de 1994, se la ubicó como una de las especies “casi amenazada”.

Otro biólogo, Xavier Cornejo, asegura que en el pasado existió una población nutrida de esos loros en el área de Guayaquil.

Es por esto que este catedrático universitario propuso que se lo declare como otra de las especies emblemáticas de la ciudad y de la provincia, tal como sucedió con el papagayo de Guayaquil (Ara ambiguus guayaquilensis), un ave de más tamaño y colorido, del que se considera que existen apenas seis individuos en estado natural, según el registro que a fines del año pasado hizo la Fundación Pro-Bosque en las inmediaciones del Bosque Protector Cerro Blanco.

Hasta hace unos diez años, el vuelo del caretirrojo -se distingue por su cabeza grande y capucha roja, entre 33 y 36 centímetros- se volvió menos visible en la ciudad.

Sin embargo, últimamente se los ve con más frecuencia en remanentes de bosques secos, como Palo Santo, Paraíso, Bosqueira y Samanes. Pero también los parques, como Puerto Lisa, en el suburbio Oeste, en los Ceibos, la Ferroviaria, Kennedy, La Alborada y Lomas de Urdesa. Entre los árboles de la ciudadela universitaria Salvador Allende.

Se los observa volar entre los edificios del corazón turístico y comercial de Guayaquil, cuando pasan del parque Seminario al Malecón.

¿Las razones? Los especialistas aducen que la regeneración urbana benefició en un posible repoblamiento.

Las palmeras en los parterres, parques y jardines, les permiten alimentarse, descansar por la noche y hasta reproducirse.