Violencia que da miedo

La violencia, delincuencia e inseguridad se deben a la pobreza, inequidad, desempleo, consumo de alcohol y drogas en el Ecuador.

El narcotráfico trajo el microtráfico, que corrompe especialmente a pobres y a desempleados (quienes no aceptan la moralidad con el estómago vacío) que encuentran ahí el sustento para vivir. Con la facilidad con que se consiguen drogas, algunos empleados caen en la adicción, pierden sus puestos de trabajo y para poder seguir consumiendo se convierten en microtraficantes, aun en escuelas o colegios, o en asaltantes en motos o bandas.

Pocos casos de sicariatos había antes de que se abrieran las fronteras y el narcotráfico se enseñoreara en nuestro país en los gobiernos de Correa, que también trajeron la mayor corrupción, como el peculado, sobornos.

“Si los poderosos roban (funcionarios de los gobiernos), ¿por qué los pobres no vamos a hacerlo?”, hemos oído de ellos, que equivocadamente creen tener derecho a robar.

Los grandes atracos a las arcas fiscales, en casi todos los gobiernos, han propalado el mal ejemplo por imitación o contagio.

De enero a julio de 2019, el delito de asesinato (premeditado o planeado) se volvió constante, seguido de los homicidios (intencionales o no intencionales), femicidios y sicariatos; es necesario un control del porte de armas.

Guayas, Pichincha, Esmeraldas, Los Ríos y Manabí son las provincias marcadas por la violencia, delincuencia e inseguridad.

Está muy bien que el Consejo de la Judicatura haya destituido a 19 jueces, 5 fiscales, 3 defensores públicos y 20 empleados judiciales por corrupción.

El Ministerio de Gobierno expidió el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia Pacífica, como política pública para enfrentar la violencia. Ojalá logre su objetivo: desarrollar la seguridad ciudadana como un proceso de gobernanza para la construcción de derechos y mejorar la calidad de la vida de los ecuatorianos.

Lic. César Burgos Flor