
La vida del nuevo hospital de Los Ceibos empieza afuera
Escondidos. Corriendo de extremo a extremo, de cuadra en cuadra. Vendiendo limonadas, pasteles, sándwiches, y contando los centavos detrás de los arbustos o paredes de concreto.
Escondidos. Corriendo de extremo a extremo, de cuadra en cuadra. Vendiendo limonadas, pasteles, sándwiches, y contando los centavos detrás de los arbustos o paredes de concreto. Así permanecen los vendedores ambulantes en las afueras del Hospital del IESS de Los Ceibos, recién inaugurado.
Elvia Núñez, María Loor, Rodrigo Suárez y Carola Garcés son apenas algunos de los comerciantes que, desde hace dos semanas, se han ‘apoderado’, aunque a medias, del lugar.
Han llegado con canastas y cartones (y decenas de productos) en busca de “mejoras y oportunidades”.
Loor, por ejemplo, vende sándwiches de queso a 50 centavos. Elabora en promedio 40, pero en estos últimos días, justo cuando creía que sus ganancias se multiplicarían, no ha logrado despacharlos todos.
“Nos persiguen los municipales”, precisa. “Nos dicen que esta área es regenerada y que por lo tanto no hay chance para el comercio”. Loor asegura que tanto ellos como sus compañeros no dejan basura, ni causan alboroto. Tiene la esperanza de que con el pasar de los días, la ‘caza’ cese y las autoridades les permitan quedarse. “Prometemos mantener las aceras impecables. No queremos causar molestias ni a los pacientes, ni a los vecinos”, agrega.
Como ella piensa Steven Adonis, quien expende tarrinas de comida por $ 1, y Cristian Méndez, que vende gaseosas, jugos y mango.
Ambos, que hasta hace poco ofertaban sus productos en las afueras del hospital Luis Vernaza y la Caja del Seguro, se comprometen “a todo” con tal de seguir vendiendo. “Esta es una tierra virgen para nosotros” -alegan- “estamos aquí para suplir las necesidades de las personas de bajos recursos”.
En las afueras del sanatorio, cuya construcción supera los $ 219 millones, sin embargo, los vendedores ambulantes no son los únicos que, con sus transacciones y alaridos, le han empezado a dar vida al hospital.
Y es que muy cerca de él, en centros comerciales como la Piazza Ceibos, ya se pueden ver a médicos, trabajadores y enfermeras comprando y comiendo. De hecho allí las ventas, en la mayoría de establecimientos, aumentaron desde que se empezó a construir la casa de salud, hace catorce meses.
Locales como la tienda informática y electrónica Computrón incluso han aumentado sus ingresos hasta en un 30 %. El Pez Azul (de encebollado) y El Balconcito (de comida típica), lo han hecho en un 50 %.
“Estamos contentos por el alza. Tenemos nuevos clientes. Tanto así que estoy pensando en modificar el horario para vender además desayunos y meriendas”, dijo Washington Ortega, propietario de este restaurante.
La medida, que prevé ejecutarla a partir del próximo mes, la analizan también los administradores de los cerca de doce locales de comida que se levantan en la concurrida plaza.
Y así, mientras en los exteriores de la clínica los negocios fluyen, en el interior los primeros pacientes empiezan a llegar.
De a poco, sin causar revuelo, en orden e incluso sin solicitar un turno.
De hecho hasta las 14:00 de ayer apenas dos dolientes habían ingresado al sanatorio para hacerse atender en el área de Consulta Externa, la única al momento inaugurada al público. Ángel Misael, un infante de apenas un año de edad, que llegó con nauseas, vómitos y diarrea, fue uno de ellos.
Su padre lo llevó sin solicitar una cita al Call Center.
“En mi desesperación probé suerte trayéndolo acá y en vista de que no estaban saturados, me atendieron inmediatamente”.
Xavier Chacón, director del hospital, aseguró que el incremento de los dolientes se dará paulatinamente, según los deriven de otras unidades o a través del Call Center.