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Otra vez el peligro nuclear

Pese al discurso, relativamente moderado, que pronunció Donald Trump en el Congreso de los Estados Unidos, un poco alejado de su estilo, insistió en que todas las medidas a tomar tienen un solo fin: llegar nuevamente a ser la potencia indiscutible del

Eco. Explosión de la bomba atómica tras caer sobre Hiroshima, en 1945.

Pese al discurso, relativamente moderado, que pronunció Donald Trump en el Congreso de los Estados Unidos, un poco alejado de su estilo, insistió en que todas las medidas a tomar tienen un solo fin: llegar nuevamente a ser la potencia indiscutible del mundo. Nacionalista de principio a fin, quiere que EE. UU., no solo regrese a ser la potencia industrial de los últimos siglos sino que se ha introducido en un campo minado: el arsenal nuclear. En una entrevista a la agencia Reuters, el presidente ha declarado que quiere aumentar la capacidad nuclear de su país para asegurar que esté a la “cabeza de la manada”, dejando a un lado el tratado de limitación que suscribió Estados Unidos con Rusia, y que se consideró un verdadero respiro para la humanidad, pues cree que el nuevo START, es unilateral y malo pues le impide modernizar su poderío atómico.

Ser el primero. Allí está reflejado el carácter de Trump; ser el primero en todo. Después de decirle a Reuters que era el primero que quería ver a todo el mundo sin armas y que sería maravilloso que no hubiese armamento, hay países que tienen bombas nucleares y por ello Estados Unidos debe estar primero.

El tratado a que nos referimos estableció que en febrero de 2018 se debía de haber limitado el arsenal nuclear entre Rusia y Estados Unidos y luego, durante 10 años, estarían igualadas las fuerzas. De acuerdo con los cálculos de los científicos hay unas 15.350 armas nucleares, perteneciendo el 90 % a los dos países. Cantidad más que suficiente para terminar con el planeta tierra unas treinta veces.

Aparentemente parece una buena noticia el hecho de que en los últimos años se ha reducido el arsenal nuclear en los Estados Unidos pues dispone de menos bombas que en 1967. Sin embargo, esta disminución se produce porque se han retirado las bombas más obsoletas y en las nuevas se ha aumentado la capacidad letal.

Avanza el poder nuclear. Recordemos que el expresidente Barack Obama puso en marcha el mayor programa de modernización del arsenal nuclear. Su objetivo era reducirlo a unas 500 bombas atómicas de alta precisión. El problema estaba en que la inversión de este plan llegaba al billón de dólares, cantidad complicada de afrontar hasta para Estados Unidos. Es difícil que Rusia, mucho más débil económicamente, aguante una pulseada a gran escala. Como Rusia difícilmente puede hacer este tipo de inversión, existe la posibilidad de que se vuelvan a abrir las negociaciones y se busque un acuerdo más favorable. En la entrevista a la que nos referimos, Trump manifestó que cuando se encuentre con Putin le planteará la cuestión.

En el fondo Trump desea consolidar la primacía militar de Estados Unidos. Es un afán que el presidente ha expresado muchas veces. Trump definitivamente no es un pacifista. Quiere, al igual que en lo económico, que EE. UU. sea la primera potencia militar. Para su modo de pensar, de esa forma está comprando paz y afianzando la seguridad nacional. Además, para él es un buen negocio. ¿Quién construirá los aviones y los barcos? “Los trabajadores americanos”, sostiene.

Inexplicable. Es digno de un estudio psicológico conocer la razón del porqué un jefe de Estado, que alcanza el poder, desea, como primera medida, reforzar a sus fuerzas armadas y, por supuesto, los países que tienen el poder atómico, que ya son varios, los primeros pasos que dan es reforzar sus fuerzas armadas y, por ende, el arsenal nuclear. No conocemos, si alguien les ha explicado que en una guerra nuclear no quedará piedra sobre piedra y que sus gobernantes, por mucho que hagan alarde de poseer refugios atómicos, si se salvan, solo encontrarán muerte y destrucción. Hasta ahora son diez los estados con este tipo de armas: las cinco grandes potencias, Corea del Norte, India y Paquistán. ¿Qué piensan hacer estos tres últimos países mientras sus pueblos se mueren de hambre?