Sus verdaderos enemigos

He hecho reiteradas críticas al socialismo como sistema de gobierno. Sus irrealizables propuestas han conspirado contra sus predicciones y determinado un fracaso mundial que supera sus pocos logros. Debo reconocer que me he quedado corto, pues los experimentos comunistas y socialistas de paternidad marxista se han llenado, sin excepción, de defecciones que más tienen que ver con la condición humana y ética de sus gobernantes.

Hay nobleza en el significado de la expresión “socialismo”: luchar por el desarrollo “social”, beneficiar preferentemente a la “sociedad” y a sus mayorías vulnerables, y tener conciencia de que trabajar para la “sociedad” significa seguir principios y valores superiores.

El virus de la voracidad personal- que nada tiene de ideológico- se encargó de complementar el fracaso de lo que pudo ser el sincero sueño socialista de algunos. Las corruptas élites de esos gobiernos siguieron sus agendas personales y apuntaron al enriquecimiento particular o grupal, superando con creces la corrupción atribuida exclusivamente a la derecha.

La historia latinoamericana se apresta a revelar en detalle la galería de depredadores que esquilmaron a nuestras infelices naciones en nombre de una revolución social. La historia contemporánea, tergiversada como parte de la estrategia comunista, pronto se reescribirá indeleblemente y relatará las andanzas que el mismo Sartre, pese a su relativa afinidad ideológica con el comunismo, llegó a describir como “una banda surgida del infierno que por todas partes siembra la discordia”.

En octubre de 2017 cumplirá cien años la Revolución bolchevique y el libreto se mantiene allí donde sus engañosas proclamas han logrado tener éxito, llevándoles al poder con variadas denominaciones, siendo su más reciente la de socialismo del siglo XXI. Todas señalando la gran trascendencia de lo que piensan hacer cuando asuman el poder, y todas olvidando que lo que importa es lo que hayan podido hacer y la honestidad con que procedieron ¿Y qué hicieron? Discursear sobre un futuro que escondía círculos de poder como beneficiarios. Todo ello fue denunciado y lo sigue denunciando la intelectualidad mundial: Solzhenitsyn, Orwell, Revel, entre muchos más, todos coincidiendo en señalar como seguras víctimas de ese experimento a la familia, la diversidad cultural, la literatura, el arte, la ciencia, la filosofía y también las religiones.

En el área económica, ha quedado en claro que la productividad de un país va aparejada a la democracia y a la libre empresa con claras reglas de juego. Cuando esas condiciones desaparecen y son sustituidas por un estatismo autocrático, el compañerismo y espíritu de cuerpo predominan para brindar impunidad a las fechorías de los nuevos ricos. Irónicamente, el egoísta individualismo de regímenes de derecha (permanente plataforma electoral del socialismo) habría sido reemplazado por otro igual, corroborando que la corrupción no está en los manuales sino en las mentes de quienes delinquen.

Los enemigos del socialismo en el poder son, pues, sus propios militantes jactanciosos e intolerantes. Se creen dueños exclusivos del patriotismo, negándolo en quienes históricamente han dado muestras de amor patrio y a quienes se describe injuriosamente como “antipatria”, quizás por no admitir que los recluten en el “ejército socialista”, de funesta recordación en la Europa del siglo pasado.

Los pueblos han sido víctimas de amasijos ideológicos que han fracasado siempre como modelos de desarrollo. A ello se suma el ingrediente de la corrupción, que inexorablemente transforma el fracaso en desastre. Es como si el diablo atizara el fuego del infierno.

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