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El VAR cambia los modos del futbol

El uso del videoarbitraje transforma la actitud de jugadores y aficionados, además origina el menor número de faltas y tarjetas en al menos los últimos 11 años.

Contraste. Los jugadores del Espanyol celebran un gol ante el Valencia luego de que el árbitro acudió al VAR.

Un gol anulado por un ajustado fuera de juego ya no saca los demonios de Luis Suárez. Otro tanto no concedido en el minuto 93 al Valladolid en su estadio ante el Barça por el mismo motivo no incendia a la afición local. Una falta fuera del área que se convierte en penalti no provoca un asalto al colegiado en el Rayo-Sevilla... Algo sustancial ha cambiado en el balompié español, habitualmente tan entregado a las pasiones en el césped y en las gradas. La entrada en juego del sistema de videoarbitraje (VAR) ha dejado en este arranque de temporada actitudes mucho más pacíficas en los futbolistas, menos simulaciones y un promedio inferior de faltas y tarjetas respecto a cursos anteriores.

Hoy el ambiente es diferente sobre el césped, como lo es la relación tradicionalmente convulsa entre el árbitro y el jugador, e igual que ha cambiado la gestualidad en los actores. La pose del juez apretando el pinganillo contra la oreja mientras escucha a su colega de VAR (una gesticulación obligada por normativa) ha generado una situación nunca antes vista en el fútbol español: en medio de la batalla se hace el silencio mientras llega la sentencia definitiva y todas las partes (un equipo, el otro y los espectadores) acatan sin rechistar: la tecnología no se discute.

“Se ha demostrado que el fútbol antes era ingobernable, no por la calidad de los árbitros, sino por la actitud de los jugadores”, explica el exréferi Iturralde González.

En los primeros 20 partidos de LaLiga, dos jornadas completas, el VAR ha intervenido en cuatro ocasiones para cambiar la primera decisión del árbitro. En el Rayo-Sevilla (1-4) para dar como legal un gol de André Silva que había sido anulado por fuera de juego y para señalar como penalti una falta pitada fuera del área. En el Espanyol-Valencia (2-0) para decretar que el balón cruzó la línea de meta en el disparo de falta de Granero. Y en el Girona-Real Madrid (1-4) para amonestar a Muniesa cuando el réferi se había confundido y castigado a Bernardo. También fue decisiva la tecnología en la Supercopa española para conceder a Sarabia la primera anotación cuando el asistente había pitado fuera de juego.

La presencia de ese ojo que todo lo ve se deja notar en el juego. En estos 20 encuentros iniciales los árbitros han mostrado una media de 3,8 tarjetas amarillas por encuentro, el promedio más bajo desde el curso 2007-2008 (3,65). Y las que llegan por protestar son minoría: solo cuatro de 35, un 11,5 %. Solo se ha mostrado una tarjeta roja hasta el momento, un dato muy significativo si se compara con las seis de la temporada pasada tras las dos primeras jornadas, y las 11 de 2007 a estas alturas.

“Parecía que había un choque generacional, que se rompía el romanticismo, pero el VAR ha funcionado bien”, comenta el exseleccionador Vicente del Bosque. “Ese romanticismo no es malo, aunque la realidad demuestra que es necesario avanzar y ayudarse de la tecnología para corregir lo que podían ser malas decisiones”, añade el técnico campeón del mundo. “Yo también era reticente porque no sabía cómo lo iban a gestionar. Ahora soy un defensor del VAR”, admite Quique Setién, entrenador del Betis. “Es más, yo trataría de ampliarlo a otras cuestiones para evitar la picaresca, como sancionar con más severidad las acciones violentas que a veces no se ven. Eso ayudaría a rebajar aún más la tensión, que ya ha disminuido porque nos han hecho ver que las protestas son absurdas”, comenta Setién.

“Ni los detractores tienen argumentos para hablar de injusticia”, aporta el exmadridista y técnico Míchel, que enumera: “El VAR es justo para los futbolistas y para los espectadores, no retrasa el juego más que 30 segundos, los árbitros tienen un complemento perfecto para estar más tranquilos y ya no se puede justificar una derrota por el arbitraje”.

También Asier Garitano, entrenador de la Real Sociedad, espera “más justicia”. “Estamos en ese proceso de adaptación. No hay mucha polémica, ni se está parando demasiado el juego, apenas unos segundos de incertidumbre”, analiza el preparador vasco, para quien esos segundos sí han cambiado algo genuino del fútbol: los sentimientos después de un gol. “Ahora, cuando marcas, tienes unos momentos de duda porque no sabes si lo van a anular. Lo celebras, pero con un poco de cautela. Y al revés: cuando te marcan te quedas con una pequeña esperanza de que la revisión de la jugada lo anule. Es parte de esa adaptación que nos toca hacer”. El VAR está en LaLiga y el fútbol ya parece otro.

En Italia bajan 30 % las protestas y 43 % las simulaciones

El VAR desmintió a Neymar en el pasado Mundial. En el partido de Brasil contra Costa Rica, con 0-0 en el marcador, el delantero cayó en el área y el árbitro pitó penalti. Pero el VAR lo corrigió al descubrir la simulación del 10. Fue un espaldarazo mundial al uso del videoarbitraje, una tecnología de la que ha hecho bandera la FIFA, pero que aún encuentra reticencias en la UEFA (la Champions todavía estudia si la implantará a partir de cuartos). Según la FIFA, el acierto de los jueces en el Mundial de Rusia fue del 95,7 %, y de un 99 % con la ayuda del VAR. Se señalaron 24 penaltis, es decir 0,5 por partido, la media más alta en la historia mundialista, y siete de ellos fueron decretados con la ‘complicidad’ de las cámaras.

El Mundial estrenó el VAR después de que Italia y Alemania lo implantaran durante la temporada pasada. En ambas ligas, el número de tarjetas amarillas, tarjetas rojas y faltas descendió respecto al ejercicio anterior. Según Carlos Velasco Carballo, director del Comité Técnico de Árbitros, en el ‘calcio’ hubo un 43 % menos de tarjetas mostradas por simulaciones y casi un 30 % menos por protestar.

Sumada LaLiga a la ola tecnológica, solo la Premier, entre los grandes campeonatos, se resiste al VAR. Y el buen funcionamiento del videoarbitraje en los vecinos europeos destapa las críticas a ese inmovilismo de los inventores del balompié.