La unidad, simple ilusion

Rumbo a las elecciones presidenciales aparecieron las defecciones humanas que golpean a quienes seguimos esperanzados en la extinción de este régimen. El grupo Unidad no termina de unirse y, simultáneamente, las mediciones hechas de las probabilidades electorales de los precandidatos arrojan una conclusión veraz: si no se unen tendremos correísmo para largo o, mejor expresado, la democracia se va al carajo por los egoísmos de actores políticos que confían ingenuamente en sus imaginadas victorias, y por esa extraña aunque usual creencia de sentirse seres excepcionales predestinados a gobernar. Lo visible es que no hay unidad y que la democracia como sistema de gobierno quedaría abandonada, derrotada y maltrecha por algunas décadas.

Quienes han venido actuando en función de sí mismos, no han medido lo terrible que resulta vivir en un país donde la desconfianza, la incultura, la violencia, la demagogia, el desempleo y el odio de clases han aumentado. Un país donde la corrupción y el enriquecimiento ilícito despiden un aroma al parecer irresistible.

Es imperioso comprender que las fuerzas democráticas no pueden incurrir en la paradoja de atentar contra la democracia. Aspirar a ser el ungido es legítimo; pero empecinarse en ello y conspirar de un modo u otro contra la idea que los reunió, es una insensatez que estallará en sus rostros beneficiando a los autócratas que nos gobiernan.

El pueblo, aunque lo desconozca, tiene un derecho inalienable a vivir en democracia. Quien aspire a ser portavoz de ella está obligado a dialogar, a exponer el practicismo de sus metas de gobierno, a renunciar a algunas de sus posturas y a desistir de su ambición personal, si con ello se logra polarizar la contienda electoral en vez de atomizarla. La inminente segunda vuelta electoral deberá enfrentar finalmente la racionalidad de nuestro pueblo con la sinrazón revolucionaria del siglo XXI. Obama dio muestras de su convicción democrática cuando rechazó estar atrapado por ideologías y mirar simplemente los resultados prácticos que favorezcan a los pueblos estadounidense y cubano: fue una lección de madurez y modestia por parte de quien dirige el país más poderoso del orbe.

La historia demanda una decisión trascendental a quienes integran el grupo Unidad. No les exige solo inteligencia sino, además, talento. Sentar las bases para la recuperación de nuestra progresiva crisis es un imperativo patriótico que supera la confrontación de estereotipos de derecha o de izquierda y apuesta por el pragmatismo. Gobernar con seriedad, generando confianza; incentivar la producción, no robar, no dilapidar, crear empleos, no son temas dogmáticos ni ideológicos. Se requiere, sí, ganar el entusiasta aporte obrero, estudiantil, indígena y de las nacionalidades étnicas: todos ellos son Ecuador y deberán saber que el país se hundirá si no se aglutinan. Lanzar candidaturas anticipándose a un hipotético acuerdo de gobernabilidad es una estrategia fallida aunque rectificable, nunca comparable con la anunciada consulta popular del Gobierno, carente de ética política al atentar contra los derechos constitucionales de un solo individuo. Es de humanos colocar nuestras metas personales más arriba de lo que están, pero no es este el momento para ello. Sería innoble manejarse con propósitos escondidos. Se requiere, sí, desprendimiento cívico y aseo mental para comprender que hay una meta superior, singular y específica: liberar al Ecuador de un sistema de gobierno repudiable y emprender juntos la batalla por la recuperación económica y social de nuestro país. Es el camino cuerdo.

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