Turismo y seguridad

Mucho se ha escrito sobre el turismo, especialmente en las economías modernas. Desde una visión económica actual se dice que esta es la industria sin chimeneas. En efecto, como resultado de la expansión y difusión tecnológica, cambios en los medios de transportación, mejoramiento de las carreteras y fluidez en la comunicación, las visitas a diferentes sitios por diversas razones se han convertido en un importante renglón de divisas para los países.

El Ecuador en las últimas décadas ha dado valiosos pasos para insertarse en esta línea. Sin embargo, aún no se ha entendido que el problema central no es solo de infraestructura, transportación y comunicación. Tiene que ver con la “socioeconomía y cultura del turismo”.

Estos son aspectos que gobiernos y empresarios deben comprender, pues el turismo no tiene que ver únicamente con la calidad de los servicios sino también con algo íntimamente relacionado con aquel: la seguridad del visitante. Sin ella esta economía decae y hace crisis.

El último hecho de violencia y crimen horrendo contra dos turistas argentinas en Montañita revela el problema de inseguridad. No hay actividad turística en expansión si no se ofrecen garantías y seguridad al extranjero o al nacional que visita los diferentes sitios.

Se puede argumentar con instrumentos jurídicos que la seguridad corresponde al Estado, a la policía y a diferentes autoridades vinculadas a esto, lo cual es cierto solo en un lado del problema, pues también es innegable que quienes impulsan y promueven el turismo tienen que garantizar protección al visitante.

Es hora de entender que el resguardo y defensa del turista no es exclusivamente un asunto policial sino del conjunto de la sociedad. Sobre todo de los sectores que son directamente beneficiados por esta actividad. Por eso hay que hacer un llamado a la comunidad para que asuma, de una vez por todas, que los ecuatorianos deben intervenir de forma activa para garantizar seguridad, buen trato y protección al turista.

El caso de Montañita incluso revela que el exceso de liberalidad y permisividad en la zona puede poner en riesgo no solo la actividad turística y sus beneficiarios sino también la vida de los visitantes. Es hora de racionalizar, complementar y expandir la seguridad del turismo en todos los sitios del país.