Guía. Claudio Patiño, gerente, explica el proceso de añejamiento del ron.

El turismo recibe un buen sorbo de impulso

Los vapores del ron inundan el área apenas se abre el gran portón. El lugar es un tanto místico. Oscuro, silencioso, enigmático. Tanto que el olor a ron embriaga de curiosidad.

Los vapores del ron inundan el área apenas se abre el gran portón. El lugar es un tanto místico. Oscuro, silencioso, enigmático. Tanto que el olor a ron embriaga de curiosidad.

El guía es Claudio Patiño Ledesma, quien habla con pasión del ron y sus bondades. No es para menos: es el gerente general de la empresa Alimentos Ecuatorianos Los Andes (productora de ron San Miguel) y acumula más de 40 años en esta industria.

Aunque la participación del ron en el mercado es baja -se pelea entre un 6 y 7 % del 25 % que se distribuyen los licores fuertes (el otro 75 % es de la cerveza)- Patiño tiene claro que el tema es más que económico. “Hay que mostrar lo que se produce, cómo se produce y todo lo que genera”, asegura.

Ya dentro de la cava, ubicada en el km 1 de la Panamericana Sur, en Cuenca, las explicaciones llueven: los 65 años de la marca San Miguel, sus inicios en la hacienda Uzhupud en el valle del Paute, la producción de caña de azúcar, el trapiche, el alambique, el licor. La historia fluye fácil.

Lo que más impresiona son los enormes barriles de roble que aún, algunos de ellos con casi 50 años ya, se utilizan para el añejamiento de la tafia, el aguardiente obtenido de la caña de azúcar.

Sorprenden las grandes barricas, que guardan hasta 5.000 litros. Y cada una de las pequeñas contiene hasta 240 litros, “suficientes para beber una botella de ron cada día durante 120 días seguidos”, dice Patiño a sus visitantes de ese día, entre quienes hay periodistas de Ecuador, Venezuela, Argentina y Francia, llevados hasta allí por la Fundación Municipal Turismo para Cuenca, como parte de un plan de incentivo a ‘visitas vivenciales’ y experiencias nuevas para el turismo.

Luego, lo que muchos creen es la mejor parte: una cata de ron, puro o combinado con cola, para alegrar una experiencia turística muy diferente.