Fogata. Una charla al aire libre, con una fogata y una ceremonia de agradecimiento a la Pachamama.

El turismo andino se conecta a lo vivencial

A lomo de caballo para conocer un poco más de la cultura andina. O frente a una fogata para vivir la ceremonia del fuego y la Pachamama.

A lomo de caballo para conocer un poco más de la cultura andina. O frente a una fogata para vivir la ceremonia del fuego y la Pachamama. Tal vez mejor en la tranquilidad de un convento devenido en museo para sentir la fe de su gente. O simplemente soltando toda la adrenalina en los abismos de la naturaleza. Las opciones son variadas y todas tienen en común el “vivirlas”, más allá de querer capturarlas “quietas” en cámaras y celulares.

El enfoque del turismo relacionado con la naturaleza y todo lo que ella ofrece está ganando terreno en algunas zonas que buscan acercar sus culturas y tradiciones a los visitantes. En realidad, más que turistas, lo que quieren es gente que llegue a experimentar.

La idea la define con precisión Tania Sarmiento, principal de la Fundación Municipal Turismo para Cuenca (FMTC): “Necesitamos no más turistas, sino exploradores. Que el visitante no solo se lleve la foto, sino que lleve para siempre consigo esa experiencia enriquecedora, vivencial de compartir otras culturas, de conectarse con la madre tierra”.

El programa ya es explorado en algunas comunidades. Una de ellas es la hacienda Totorillas, de la parroquia Tarqui, a solo 20 minutos de la capital azuaya. Allí se ofrece la ‘Cabalgata de la luna llena’, en un recorrido de aproximadamente una hora y a un costo de $ 75 por persona, lo que incluye el transporte hacia la hacienda y alimentación en el calor de una acogedora casita campestre.

¿Qué nunca ha montado un caballo? Eso no importa, esta experiencia es única, pues hasta el más temeroso de los jinetes se sentirá seguro del paseo. Carlos Machuca, de 42 años y con más de 15 en esta actividad, explica el porqué: “No se está montando una bicicleta o una moto, se está interactuando con el animal, es este quien escoge al jinete y no al contrario”, precisa.

Además, Monta Runac, la empresa que organiza estos paseos, ofrece en la noche, una ceremonia de fuego y adoración a la Pachamama (la Madre Tierra). “Se conecta al turista con la parte ancestral, con la cosmovisión andina”, dice Machuca al destacar esta forma de conocer “la cultura andina a lomo de caballo”.

El sector de Santa Rosa, a 15 minutos de Cuenca, es otro de los sitios que conecta la naturaleza con el turismo. En este caso, lo hace con un deporte extremo, el canopy. Sebastián Rivera, de Cuenca Canopy, cuenta que son 7 niveles (desde el más fácil hasta llegar a mayor altura y velocidad) en los que el turista “vive esa sensación de ser uno mismo con el mundo”.

Y también para quienes gusten de los riesgos, está la escalada en Cojitambo, en el cantón Azogues (Cañar), con 170 rutas que, según sus promotores, llevan a quien se atreva a conectarse con la montaña. “Los cañaris (cultura que habitó la zona) utilizaban las alturas para rendir tributo a sus dioses; luego, en la época de los incas, lo hacían para el descanso de sus jefes”, explica Juan Daniel Carrasco, guía de escalada.

El Qhapaq Ñan o camino del inca es otro atractivo, que aupado por la belleza del Cajas y sus lagunas se incluye dentro de la oferta que busca hacer del turista “no un viajero más, sino un aventurero que viva lo que tiene frente a sí”, sentencia Felipe Cardoso de la FMTC. (F)

El paseo por un convento

La fe también se sincretiza con el turismo vivencial. En el centro de Cuenca opera el Museo de las Conceptas, una parte de un viejo convento de estilo colonial que conserva y difunde la historia de la religiosidad cuencana.

Allí, el viejo crujir de las tablas mientras se recorren sus salones es, en sí mismo, como entrar al pasado. En su interior, cientos de figuras, cuadros, nacimientos y recuerdos se tejen con las historias que su administradora, Mónica de Muñoz, cuenta sobre las vidas de las monjas.