
Las tumbas ‘colectivas’ del cementerio del suburbio
En ese territorio de 92.633 metros cuadrados, ubicado en las calles 38 y la G, se construyeron desde 1966, cuando se lo inauguró, un total de 12.908 tumbas. Pero la cifra de inhumados ahí está muy cerca de los 50 mil cuerpos.
El funcionario indaga: ¿Hace qué tiempo fue sepultado su anterior pariente? Como si eso importara para los deudos de un recién fallecido al que se aspira urgentemente encontrarle un lugar adecuado para su sepultura.
Sin embargo, aquella pregunta resulta de suma importancia en el único cementerio que tiene el Suburbio Oeste, el Ángel María Canals.
En ese territorio de 92.633 metros cuadrados, ubicado en las calles 38 y la G, se construyeron desde 1966, cuando se lo inauguró, un total de 12.908 tumbas. Pero la cifra de inhumados ahí está muy cerca de los 50 mil cuerpos.
¿Cómo entraron tantos? Los guayaquileños tienen sus recursos a la hora de enfrentar las carencias: hacerse espacio donde no lo hay. Basta revisar cómo es en vida: en una misma casa hay de dos y hasta cuatro familias. ¿Por qué no aplicar esa fórmula en torno a la muerte?
- “Mi hermano murió el 23 de abril del 2013”, responde la persona que una mañana reciente llegó hasta la administración de este cementerio para tramitar la inhumación de un cuerpo para darle cabida a un pariente recientemente fallecido.
- “Si es así, podemos darle trámite a la inhumación”, agrega el funcionario.
Cuatro, ese el límite de cuerpos en una misma bóveda que impuso en los últimos años la administración. Y cuatro son los años que debe haber de diferencia entre el último difunto sepultado con el nuevo ocupante del sepulcro.
“Hay quienes quieren meter más, pero no dejan”, dice Simón Sánchez, quien sepultó en una misma bóveda a su padre y a dos tíos. “A mi madre le hemos comprado una bóveda en los nuevos cuerpos. Antes ocupaba un espacio prestado”.
En una ciudad como Guayaquil, la muerte es un evento que se repite imbarajablemente 23 veces cada día, una buena parte de estas se suscitan en el Suburbio Oeste y la Isla Trinitaria. Un sector donde habitan algo así como 260.265 personas.
A ese conglomerado urbano se atiende con el Ángel María Canals, donde existe una alta demanda. De por medio hay ciertas razones: la proximidad que buscan los vivos con sus muertos. Y lo que también es determinante: lo económico. El costo de una inhumación es apenas una minucia: 24 centavos.
Aunque desde el 6 de marzo pasado se habilitaron 2.960 bóvedas y 1.848 nichos, en un nuevo cuerpo que el Municipio construyó a un costo de 1’589.603 dólares, aún queda la costumbre de hacerse espacio.
“Aún tenemos dos puestitos más”, dice Beatriz Granda, quien hace menos de un mes tuvo que cumplir con el acto de acomodar a uno de sus familiares en la tumba que ya ocupaba otro hace 10 años. “Recogemos los huesitos en una bolsita y los colocamos en la nueva caja. Así quedan juntitos, pariente con pariente”.