Trump y Europa del Este

El imperio del liberalismo económico en Occidente está conduciendo a la desaparición del liberalismo político. Una creciente cantidad de países clave no están experimentando elecciones sino plebiscitos sobre la democracia liberal -decididos por los votos de quienes han salido perdiendo con ella-. En Estados Unidos, la elección de Trump como presidente es un castigo a un “establishment” que desoyó las demandas de las protestas del movimiento Occupy Wall Street en 2011. El siguiente desafío enfrentado por el “establishment” se dio en Italia, donde un referendo constitucional el 4 de diciembre decidió el destino del primer ministro italiano, Matteo Renzi. Esa votación fue un preludio de la elección presidencial de Francia en la primavera, donde una victoria a favor de Marine Le Pen, del Frente Nacional de extrema derecha, casi con certeza traería aparejado el colapso de la Unión Europea, si no de todo el Occidente geopolítico. Más allá de esas votaciones, el “brexit” y Trump, es evidente que la democracia liberal ha dejado de ser el canon de la política occidental. Y esto tiene implicancias de amplio alcance. ¿Cómo pueden los “Estados pendulares” como Polonia alcanzar una democracia liberal ahora que el punto de referencia occidental ha desaparecido? Europa del Este nunca ha salido beneficiada cuando las condiciones políticas en Occidente se han deteriorado. Trump es peligrosamente ambicioso y sus propuestas de política exterior podrían deshacer alianzas cruciales y desestabilizar el orden internacional. Nadie -ni siquiera él- sabe si cumplirá con sus promesas de campaña. Pero ese es precisamente el punto: los gobiernos impredecibles son malos para la geopolítica global. Para Polonia y otros países de Europa del Este, cuya independencia y democracia se basan en el “statu quo” global actual, puede ser una cuestión de vida o muerte. Trump no se equivoca respecto de que EE. UU. no puede permitirse promover la democracia en el exterior, ni vigilar los derechos humanos o el progreso de los principios democráticos liberales más allá de sus fronteras. Si el dinero invertido en todas las intervenciones norteamericanas en el exterior hubiera sido destinado a promover la prosperidad interna, la candidatura de Trump nunca habría ganado impulso. Trump es el castigo demorado del “establishment”. Pero no importa lo que él haga, EE. UU. seguirá siendo el productor más importante de nuevas tecnologías, cultura de masas y energía, y seguirá teniendo la mayor cantidad de Premios Nobel, las mejores universidades del mundo y la sociedad más diversa de Occidente. Si deja de inmiscuirse en conflictos externos, seguirá teniendo amigos en todo el mundo. El mayor perdedor de las elecciones estadounidenses es la UE, que tiene conflictos internos y no es capaz de afrontar las crisis económica, demográfica y de refugiados. Es tan rica como EE. UU. en general y, sin embargo, no tiene un ejército y depende enteramente de EE. UU. para su defensa. La influencia rusa implicará el retiro de la OTAN de Europa del Este. Puede que Europa occidental también quiera retirarse, aprovechando la ocasión para deshacerse de vecinos cada vez más onerosos como Polonia. Frente a un desvanecimiento de la influencia occidental, los países de Europa del Este probablemente profundicen sus lazos económicos y diplomáticos con Rusia. Lamentablemente, una idiotez estrecha de miras está reemplazando con paso firme a la democracia liberal como la doctrina gobernante de la política occidental -y polaca- de hoy.

Project Syndicate