Pedro Toledo Matamoros otorrinolaringólogo

El transito, un mal con gran impacto

En una ocasión, hace unos ocho años, Pedro Toledo Matamoros recorrió algunas calles del centro de Guayaquil para medir los niveles de ruido. Llevaba un decibelímetro que le había facilitado un laboratorio. Y encontró que en calles como la Rumichaca, esos índices superaban los 85 decibeles, que es el máximo que puede soportar el oído humano.

¿Qué ocurre hoy? La situación ha empeorado y para decirlo no necesita de uno de estos aparatos. Le basta ver las grandes congestiones que se forman en ciertas calles y avenidas y la desesperación de los conductores que se manifiesta en pitidos interminables.

¿Por qué ocurre? Porque no dejamos de ser incultos, dice este médico guayaquileño, quien es el jefe del departamento de Otorrinolaringología del Hospital Alcívar. Y también responde a un aspecto técnico. Para él hay una mala ubicación de los semáforos, por lo que el conductor que se queda justo frente a este, no puede ver muchas veces el cambio de luz. Son los vehículos que vienen detrás los que le avisan, prendiéndose al claxon.

Cuenta además que en esos recorridos constantes por la ciudad, se le ha despertado una gran preocupación: la cantidad de líneas de buses que suelen pasar cerca de hospitales, que son sitios en los que deben evitarse esos ruidos excesivos.

Pero no se trata solo del tránsito. Si se inaugura un restaurante, un almacén o hasta una farmacia, se colocan altoparlantes, por horas, para anunciar la novedad. A un volumen tan alto que se va alterando a las personas, en la parte nerviosa y auditiva.

En el caso de los trabajadores, aunque muchas veces en las empresas les entregan el equipamiento adecuado para protección, no los usan. Ocurre por desconocimiento, porque no saben, por ejemplo, que incluso la vibración del piso, producto del ruido de las grandes máquinas, puede afectarle el oído.

Hay riesgos en diversas edades y por diferentes motivos. Pero este médico especializado en Buenos Aires (Argentina), recuerda que no en todos el efecto del ruido es igual. Lo confirmó cuando fue médico tratante del Hospital Naval de Guayaquil. Allí lo evidenció con algunos maquinistas de submarinos que no se colocaban protectores acústicos. Unos tenían problemas de audición, pero otros tenían su sentido intacto.