Un topo. Eduardo Castillo durante la charla ofrecida en la Universidad de Guayaquil ayer. Hoy estarán en la Espol.

Los Topos de Mexico apelan a la cultura de la prevencion para disminuir victimas en tragedias

¿Qué pasa si en este momento vuelve a temblar? La pregunta hace alusión al sismo que sacudió Ecuador el 16 de abril pasado. La audiencia se inmuta y ante la insistencia del ponente se escuchan murmullos en el interior del salón auditorio de la facultad

¿Qué pasa si en este momento vuelve a temblar? La pregunta hace alusión al sismo que sacudió Ecuador el 16 de abril pasado. La audiencia se inmuta y ante la insistencia del ponente se escuchan murmullos en el interior del salón auditorio de la facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guayaquil.

Aún hay temor por el terremoto de 7,8 grados que devastó Esmeraldas y Manabí: la zona cero, a donde llegó el expositor Israel Lagunas junto con otros 20 miembros del grupo Topos de México, un voluntariado de rescate que colabora en los países donde se han presentado este tipo de tragedias.

Israel es bombero de profesión y desde hace cinco años pertenece al voluntariado que se formó cuando México fue sacudido por un terremoto de 8,1 grados el 19 de septiembre de 1985. La acción de un grupo de civiles motivó a ese país y al mundo, que reconoció el trabajo de esas personas (retirar escombros, hacer agujeros e ingresar a rescatar a posibles sobrevivientes) como el de unos topos.

Ayer, Israel y Eduardo Castillo ofrecieron una charla sobre prevención. Con base en el ejercicio de pensar ‘qué sucedería si...’, el primero de ellos planteó una situación: todos en el piso 13 de un edificio que se incendia. “La parte de seguridad nos lleva al exterior”, dice el rescatista, quien pinta un nuevo panorama: “¿Qué sucede si cuando logras bajar te dicen que tu hijo se quedó arriba? Cambia la situación”, se responde él mismo. “Estas pláticas no son para ustedes, son para los seres que queremos”, enfatiza Lagunas.

“La situación en la zona cero puede llegar a rebasar las imágenes que pasan en la televisión. Eso nos puede pasar aquí. ¿Qué vamos a necesitar?”.

La recomendación que da es que se realicen simulacros, al menos dos veces al año. ¿Pero sobre qué? Hay que analizar los agentes perturbadores que nos pueden afectar: sismos, manifestaciones, materiales químicos, vulcanismo, detalla el Topo, “y ante eso prever qué voy a requerir y capacitarme”.

A medida que se avance en la capacitación se pueden gestionar ciertas normativas, las cuales no solo van a regular un área, explica Lagunas; “podemos ampliarla a una normatividad nacional. En México cuando fue el temblor no existía una normatividad ni de construcción, ni de seguridad, ni incendios, ni materiales peligrosos”, añade.

Para el rescatista, es cuestión de que Ecuador empiece a trabajar en generar normas que ayuden a prever desastres, a mantener un orden, una legislación: cada cuánto se harán las capacitaciones, de qué tipo.

Por su parte, Castillo enfatizó en que “necesitamos tener una cultura de prevención ante cualquier catástrofe”. KSG