En diciembre, la venta de explosivos es el ‘fuerte’ de  Wilmer Monserrate, quien asegura tomar precauciones para evitar desgracias.

El terror todavia ronda en la Bahia

Vendedores aseguran que la venta clandestina de petardos continúa en este sector, pero ahora lo hacen ‘tapiñado’. Temen que se repita una desgracia.

Los recuerdos del 5 de diciembre de 1997 están intactos en la memoria de Mario Alberto Yguasnia Tierra. Aquel día, el popular sector de la Bahía, en el centro de Guayaquil, ardió. En cuestión de minutos esa zona comercial se convirtió en una hoguera donde murieron 11 personas y dejó a otras 38 heridas.

A pesar de que han transcurrido 22 años, los dolorosos recuerdos todavía lo persiguen a Yguasnia, oriundo de Archidona, provincia de Napo, como la escena de una mujer que lloraba porque sus dos hijas murieron carbonizadas.

“Era desgarrador, eran dos señoritas, yo las conocía porque sus familiares tenían su local cerca al mío. Sus cuerpos estaban chamuscados. Mi reacción fue proteger a mi familia y a mis empleados. Salimos corriendo. Nos pusimos en buen recaudo hasta que pasó todo”, rememora.

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Cuando ocurrió la tragedia, Yguasnia tenía 8 años residiendo en el Puerto Principal. Entre las calles Ayacucho, Huayna-Cápac y Chile, alrededor de 50 locales resultaron afectados por el fuego que se produjo, debido al mal manejo de petardos

La amenaza persiste

A pesar de la reubicación de algunos comerciantes y de los arreglos que el Municipio realizó en las instalaciones de la Bahía, el comerciante reconoce que muchas cosas no han cambiado.

“Aún existe el mercado negro, el contrabando no va a dejar de existir. Diciembre es el mes más peligroso del año, hay más inseguridad y el miedo de que ocurra una desgracia similar siempre está latente”, comenta el vendedor de ropa, cuyo local está ubicado a una cuadra de donde se produjo el siniestro.

En la misma calle está el negocio del orense William Gómez Pereira, de 42 años, también testigo de la tragedia.

Recuerda que aquella mañana cargaba los bultos que su padre bajaba del local. De repente escuchó una explosión y la gente comenzó a correr.

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“Se escuchaban gritos de terror. Vi a una señora y a su hijito muertos, los pasaron en una camilla frente a mí. Eran personas que estaban comprando”.

William dice que lo ocurrido en ese año fue un error humano, que en él y en su familia despertaron conciencia. “En mi casa ya no utilizamos camaretas para quemar los ‘años viejos’, la desgracia nos sirvió de experiencia, porque la vivimos de cerca y por eso cero explosivos en diciembre”, comenta.

Asegura que a pesar de ciertas restricciones, aún en la Bahía se sigue comercializando explosivos para estas fechas, “antes era como vender arroz, azúcar, pero ahora se lo hace más ‘tapiñado’”.

Justo en la esquina donde se originó el siniestro, Wilmer Monserrate Andrade (36) levanta todos los años su negocio de venta de explosivos.

Él reconoce que antes se comercializaban en mayor cantidad los fuegos artificiales caseros y petardos, “se hacía con pólvora fabricada artesanalmente, pero lo que yo vendo ahora son de origen industrial, tienen menor riesgo”, indica.

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Cuando ocurrió el incendio, Wilmer tenía 14 años y junto con su padre vendía mochilas en las calles del centro. Vieron personas corriendo por salvar sus vidas, muchas de ellas estaban envueltas en llamas.

Para estos tres comerciantes el tiempo no ha transcurrido en vano, la desgracia les enseñó a ser más cuidadosos y a estar atentos, pero no solo porque la manipulación de explosivos puede derivar en incendios, también por la presencia de personas que acuden a la Bahía para ‘meterle la mano’ a los clientes.

Así opina

“Aún recuerdo los gritos de las personas. A una señora con su hijo muerto. Habían llegado para comprar”.

William Gómez Pereira, comerciante

Venta de explosivos

“Las autoridades no han hecho nada”

Napoleón Silva Segura tiene 76 años y con cuatro décadas dedicadas al comercio es uno de los comerciantes más antiguos de la Bahía.

El septuagenario, oriundo de Guaranda, provincia de Bolívar, también fue testigo del incendio. Lo que más le impresionó de la desgracia fue ver a la gente correr y la humareda que envolvía varias calles del centro porteño.

También dijo que en este mes es muy común ver vendedores de explosivos en este sector comercial, pero “desafortunadamente las autoridades no han hecho nada”, refiere Silva.