Proceso. Cunha frente a la sede del Instituto de Medicina Legal de Curitiba, donde ayer fue sometido al examen médico-legal tras su detención.

Quien no teme a que Cunha cante en Brasil

Michel Temer no sería presidente sin el impeachment tramado por su colega Eduardo Cunha, pero si el otrora poderoso diputado conservador, detenido el miércoles, decidiera desvelar los laberintos de la corrupción en Brasil, podría convertirse en una bom

Michel Temer no sería presidente sin el impeachment tramado por su colega Eduardo Cunha, pero si el otrora poderoso diputado conservador, detenido el miércoles, decidiera desvelar los laberintos de la corrupción en Brasil, podría convertirse en una bomba para el Gobierno.

“Cunha tiene un potencial destructivo muy grande”, dice Alberto Almeida, director del Instituto Análise.

El expresidente de la Cámara de Diputados, un lobo político de 58 años a quien muchos comparan con el despiadado Frank Underwood de ‘House of Cards’, cayó el miércoles en las redes del juez Sergio Moro, que investiga el escándalo de corrupción de Petrobras, y la posibilidad de que negocie una reducción de pena a cambio de confesiones causa sudores fríos en los pasillos del poder.

“¿Quién en Brasilia estaría inmune a una declaración premiada de Cunha?”, se pregunta el profesor de Derecho, Ivar Hartmann, de la Fundación Getulio Vargas en Río de Janeiro, al recordar que el llamado caso ‘Lava Jato’ se ha llevado por delante a encumbrados empresarios y a importantes políticos de varios partidos y que tiene también en la mira al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT, izquierda).

Sin ir más lejos, tres ministros de Temer tuvieron que renunciar al verse salpicados en este escándalo, cuando el todavía presidente interino apenas llevaba un mes en funciones, en sustitución de Dilma Rousseff, del PT, destituida bajo la acusación de manipular las cuentas públicas.

Uno de ellos, Romero Jucá, dimitió como ministro de Planificación tras divulgarse una grabación en la que afirmaba que Rousseff debía caer para “frenar la sangría” causada por la investigación de Petrobras.

La detención de Cunha era esperada, pero verlo convertido en delator con su gran conocimiento de los bastidores políticos no sería una buena noticia para el cuestionado Gobierno.

Tanto Temer como Cunha forman parte del PMDB, un partido de centroderecha que fue aliado de prácticamente todos los gobiernos, de izquierda y de derecha, desde el retorno de la democracia en 1985.

Hartmann no duda que si Cunha “tiene que escoger entre preservar la reputación de su partido o su pellejo, opte por salvar el pellejo”.

De hecho, en septiembre, después de ser destituido por abrumadora mayoría de la Cámara de Diputados, un desafiante Cunha anunció que preparaba un libro sobre los pormenores del impeachment y recordó que 160 legisladores tenían problemas con la Justicia.

Ya sin fueros, también disparó contra algunos altos cargos del Ejecutivo, como el jefe de gabinete, Eliseu Padilha; el secretario de Gobierno, Geddel Vieira Lima, o el secretario del programa de asociaciones para inversiones, Moreira Franco.

Si Cunha decide hablar “la crisis puede afectar el núcleo duro del Gobierno y esto llevaría a la inestabilidad política”, dice el analista Marco Teixeira.

Sería delicado. Brasil atraviesa la peor recesión en un siglo y Temer, que se presenta como el “salvador” de la economía, quiere reformar la Constitución para realizar un ajuste fiscal que prevé congelar durante 20 años el gasto público. Aunque cuenta con el beneplácito de los mercados, su legitimidad es cuestionada por no haber llegado al poder con el aval de las urnas; su popularidad se sitúa en un chato 14 %.

Ante la amenaza de Cunha, la reacción lógica del Gobierno sería “blindar a Temer, protegerlo, porque perder otro ministro puede tener un costo aceptable, si no cae Temer”, considera Hartmann.