Tarea que Brasil enfrenta

Brasil enfrenta una triple crisis: grave recesión económica, un escándalo de corrupción que involucra a los más altos mandos económicos y políticos, y una crisis gubernamental que pronto puede culminar con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Se retire o no a Rousseff del poder, el cuestionamiento fundamental que plantea la amenaza de destitución enfatiza la necesidad de reformar las instituciones económicas de Brasil. En el corazón de los cargos para este proceso se encuentra la acusación de que ella violó la Ley de Responsabilidad Fiscal de Brasil. En 2014, cuando enfrentaba el proceso eleccionario para su reelección, Rousseff intensificó la práctica de sobregiros en los bancos comerciales públicos para realizar pagos dirigidos a sus programas sociales. Ella “prestó” $15,6 miles de millones de dólares para ayudar a que su Gobierno cumpla con su objetivo de superávit primario, manteniendo, al mismo tiempo, las transferencias sociales; de esta manera garantizó su victoria electoral. En 2015, sin embargo, el Tribunal Federal de Contabilidad (TCU) rechazó sus cuentas y acusó a Rousseff de haber cometido irregularidades fiscales. Luego, ella decidió “pagar” estos “préstamos” en diciembre de 2015. ¿De dónde vino, en realidad, este dinero? El debate sobre el proceso de destitución se ha centrado en el ámbito político, en lugar de hacerlo en este puntual cuestionamiento económico e institucional. Sin embargo, si se desea que no se repita este tipo de prestidigitación fiscal, es crucial hacer un replanteo de las instituciones brasileñas, en particular, de la relación del banco central con el Gobierno. Técnicamente, una parte significativa de la devolución del dinero “prestado” vino de la distribución de ganancias del banco central. Pero se supone que una autoridad monetaria debe gestionar la oferta monetaria de manera eficaz, y no debe generar ganancias. Las crecientes ganancias de BCB, a base de ganancias no realizadas, hacen que se corra el riesgo de perjudicar gravemente la autonomía de esta institución. Entonces, ¿qué pasó después de que el BCB transfirió sus ganancias no realizadas al Tesoro? El “reembolso” que realizó el Gobierno de sus “préstamos” causó que la liquidez crezca, forzando a que el BCB intervenga para cumplir con su objetivo clave relativo a la tasa de interés. Pero operaciones de mercado abierto pueden llevarse a cabo solo con valores del Tesoro: la Ley de Responsabilidad Fiscal de Brasil prohíbe que el BCB emita sus propios valores. La única respuesta institucional, formulada recientemente por el ministro de Finanzas, Nelson Barbosa, ha sido la introducción de la posibilidad de que el BCB pague una remuneración sobre las reservas de los bancos y de este modo, complemente, o incluso sustituya, los contratos de recompra o “repos”, enmarcando sus acciones como gestión monetaria y reubicándolas dentro del banco central.

Brasil debe reestructurar sus instituciones económicas de importancia clave con creación de nuevos instrumentos monetarios y el reacondicionamiento completo de la relación entre el BCB y el Tesoro.

Project Syndicate