Subsidiaridad: el caso Harutyunyan

hace un par de décadas, cuando ponía mis esfuerzos en el fortalecimiento de la sociedad civil en las fundaciones Natura capítulo Guayaquil, Huancavilca y en la Sociedad Femenina de Cultura, leí un libro de Robert D. Putnam (1993) llamado Para hacer que la democracia funcione. Es un análisis comparativo del desarrollo del norte y del sur de Italia, llegando a la conclusión de que el pivote más importante que impulsa el mayor desarrollo del norte es el capital social, llamando así al sinnúmero de redes de organizaciones que atienden directamente las necesidades de los ciudadanos.

Y no es nada nuevo, desde hace 2016 años la Iglesia católica viene ejercitando la subsidiaridad como un principio según el cual no es posible promover la dignidad humana descuidando a la familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales, y que todas las expresiones, sean estas económicas, sociales, culturales, deportivas, recreativas, profesionales o políticas, tengan opción de existir y crecer.

Tan buen resultado le ha dado a la Iglesia, que la Unión Europea, en 1992 lo estableció en su Tratado de Maastricht; allá todo asunto se resuelve por la autoridad más próxima al objeto del problema.

La respuesta digna de Harutyunyan, de renunciar a la dirección de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, nos ha dado la alerta frente a una ley uniformante y socialista, que textualmente convertirá a quien sea elegido como el nuevo director y a su orquesta --en un peón más de un centralismo asfixiante-- pues una élite intelectual elegida a dedo por un funcionario de turno podrá decidir, cómo, dónde, con quién y qué debe interpretar la orquesta.

Entonces, ni Putnam, ni la Iglesia católica, ni la Unión Europea tuvieron razón, pues la nueva Ley de Cultura, no solo no respeta la subsidiaridad como principio elemental, sino que invade y coarta las libertades en una de las facetas más importantes del ser humano: la cultura.

Los amantes de la bella música debemos exigir al próximo presidente del Ecuador, rectificaciones inmediatas ante este atropello. Por favor, no callemos por temor.

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