Subordinacion a las apariencias

Está ocurriendo de una manera preocupante, más todavía cuando se advierte su vertiginoso crecimiento, el mal hábito de someternos a las apariencias.

Cuando la deleznable actitud proviene de las esferas gubernamentales genera en los ciudadanos una sensación de tomadura de pelo que les va acumulando malestar, puesto que cuando el tiempo muestra la realidad de los hechos, emerge y se hace visible el juego de las apariencias, como una forma viciada de ejercer la administración de la República.

El asunto no es un tema menor y es obligatorio exigir que cada quien, respecto a sucesos negativos que se suceden día a día, asuma sus responsabilidades, sin entrar en la serie de malabarismos verbales que se ha visto ejecutar con cierta impudicia en casos recientes, como la fuga de un funcionario que estaba bajo custodia de un grillete.

Lo peor de todo es que después de cada caso que termina sin mayores explicaciones, otro suceso llamativo reemplaza al previo y busca hacerlo olvidar; con los involucrados en el anterior se procede a realizar un “arabesco lateral” y luego se les otorga otra función de igual o mayor relevancia.

Así las cosas, hasta ahora no se conocen con certezas las cifras reales del endeudamiento ecuatoriano que se divide y subdivide en tantos rubros cuanto la necesidad de ocultar la violación de la ley -que establece un tope- determine.

Por supuesto, procedimientos semejantes aparecen también en el comportamiento ciudadano. Pocos viven de acuerdo con las reales posibilidades de su economía, ajustando el volumen de sus gastos al de sus ingresos. Y no se trata de satanizar la posibilidad de darse un gusto de cuando en cuando, que es plenamente justificable en función de romper la monotonía cotidiana. El problema es que, cualquiera que sea el motivo que lo estimule, muchas familias están cayendo en la extravagancia, en el gasto suntuario que a más de debilitar sus finanzas resulta ofensivo en momentos en que la economía está obligando a la no habitual decisión de asumir un estilo de vida austero.

En definitiva, reconociendo la aspiración justificada de mejores días, justamente para no sacrificar ahora los del porvenir, cabe superar la voluntad de aparentar, reemplazándola con estricto apego a la realidad que vivimos que, a todas luces, todavía seguirá cuesta arriba.