La posesión. Otto Sonnenholzner, junto a Carlos Bergmann y Elizabeth Cabezas.

A Sonnenholzner lo eligieron de oido

El Pleno de la Asamblea no se molestó en leer los documentos de la terna. Pero la decisión estaba tomada desde el jueves.

Con el acuerdo ya cocinado desde el pasado jueves, la sesión de ayer fue un mero trámite para ungir a Otto Sonnenholzner como vicepresidente de la República. El entusiasta apoyo de los dos principales líderes políticos de Guayaquil, Jaime Nebot y Guillermo Lasso, expresado a pocos minutos de conocida la terna, lo definió todo en la Asamblea. Los bloques de SUMA y parte del BIN simplemente se sumaron a la tendencia y el empresario guayaquileño resultó electo, en una jornada llena de discursos pletóricos de buenas intenciones, por 94 votos a favor. Hubo siete abstenciones, la mayoría del BIN, y 27 votos correístas en contra. A continuación, fue posesionado.

Tanto apuro había por elegir a Sonnenholzner que el Pleno de la Asamblea omitió un paso importante: revisar los documentos habilitantes de los integrantes de la terna. Esto incluye certificados del SRI, del Ministerio del Trabajo y de otras instituciones del Estado en los que se da fe del cumplimiento de los requisitos de ley por parte de los aspirantes. La presidenta Elizabeth Cabezas, al parecer, no habría considerado ni siquiera remitírselos a los asambleístas si no fuera porque el correísta Esteban Melo, en un esfuerzo de último minuto, los solicitó de forma desesperada. “Tome asiento tranquilito que ya le llega”, respondió la presidenta como si se tratara de un papel cualquiera y, sin detenerse a disimular el hecho de que esto debió hacerlo un día antes, pidió a la secretaria que transmitiera los documentos a las curules electrónicas. Tarde.

Eran las 11:42, en realidad un buen momento para abrir un receso de al menos cuarto de hora hasta que los legisladores tuvieran tiempo de revisar la documentación. En lugar de eso, Elizabeth Cabezas dio paso a la votación inmediata, la cual se produjo a las 11:44 con los resultados ya dichos. Dos minutos más tarde, a las 11:46, los documentos solicitados por Esteban Melo llegaban vía correo electrónico a las computadoras de los asambleístas. Es decir, que el Pleno eligió a Sonnenholzner sin más información que el escueto currículum mecanografiado en hoja de Word que el presidente envió como anexo de la terna. A las 11:49 se había dado paso ya a la reconsideración de la votación, procedimiento parlamentario que sirve para asegurar con doble candado los resultados. A las 11:50, cualquier reclamación habría caído en el vacío.

Durante sus intervenciones, asambleístas de todas las tendencias pusieron a Sonnenholzner por las nubes: su juventud, su honestidad, su carácter emprendedor. Curiosamente, el único que habló de la necesidad de tener experiencia pública para ocupar el cargo, Jimmy Candell (BIN), lo dijo para desdecirse. Empezó argumentando que un vicepresidente debe estar preparado para reemplazar al presidente y, por tanto, “debe tener conocimiento sobre el Estado y la cosa pública”, pero terminó apoyando la candidatura de Sonnenholzner por su “amistad de muchos años con él y su familia”, porque “conocemos su verticalidad” y porque “no tiene vínculos políticos”. Así el nivel reflexión política en el Pleno.

La nota discordante la puso sobre el tapete otra correísta, Lira Villalba. A ella le llama la atención la renuncia de Sonnenholzner, “a última hora”, dijo, de su puesto en el directorio de una compañía ‘off shore’. Hubo movimientos de inquietud en los escaños cuando recordó que la prohibición de hacer operaciones en paraísos fiscales no afecta solamente a las autoridades, sino de manera especial a los candidatos. ¿Renunció Sonnenholzner a su empresa antes o después de constar en la terna? La asambleísta cuestionó directamente la legalidad de la postulación, pero nadie se molestó en contestarla. Solo Henry Cucalón (PSC) ratificó que los integrantes de la terna están habilitados todos, “según los documentos”. Pero esos documentos, en la sesión de ayer, nadie los vio.

Ciertamente los correístas tuvieron material suficiente para organizar un escándalo. Pero como para ellos Jorge Glas sigue siendo legítimo vicepresidente, cualquier cosa que se debata o se decida en torno a ese cargo no pasa de ser un devaneo intrascendente. Así que ni siquiera el error de bulto de Elizabeth Cabezas, de omitir la distribución oportuna de los documentos habilitantes, logró empañar el nombramiento.

Lo demás fue lo esperado. Al oficialista Alberto Arias le cupo el honor de nominar al primero de la terna, cosa que hizo con dificultad: “Propongo -dijo- a Otto Sones... Otto Sonesjolder”. Y así siguió: “Otto Sonejoster”. También tropezó la secretaria, cuando lo llamó para que ocupara su lugar en la tarima: “Sonejolner”. Y Elizabeth Cabezas, en dos ocasiones: “Sonenjolner”. Menos mal acertó en el momento de tomarle el juramento, de lo contrario hubiera investido a otro. Cuando finalmente el nuevo vicepresidente tomó la palabra, empezó con gracia: “Llámenme Otto”.

Huelga de hambre

Pedido correísta: Glas, come

“Hoy cumple 52 años de huelga de hambre”, empezó diciendo Ricardo Patiño en la rueda de prensa que ofreció ayer rodeado de todo el bloque de parlamentarios correístas. “¡Días!”, le corrigieron sus compañeros. En la hiperbólica saga de heroísmo que se construye en torno a la figura de Jorge Glas, toda exageración resulta poca.

¿Para qué fue la rueda de prensa? Para enviar un mensaje a su compañero: Jorge, ya te has sacrificado bastante. Por tu salud, detente. Come. Eso más o menos. La historia de la huelga de hambre empieza a tornarse inverosímil y, por lo demás, no produce resultados. Esto, al parecer, toca a su fin.

Pregunta para Patiño: ¿qué tiene de malo Latacunga? Ah, no, se trata de un centro de rehabilitación de “excelente nivel”. Nomás que “donde Jorge toma el sol se depositan los desechos”. Pero eso es un problema de mantenimiento. Además, hay inseguridad, hay demasiada gente y “Jorge tiene muchos enemigos”. Una cárcel más segura necesita entonces el exvicepresidente.