La soledad de Dilma

Poco a poco la han ido abandonando sus antiguos aliados y compañeros de ruta. Hoy vive en una dramática soledad, mientras el pueblo brasileño llena las calles de protesta. El juicio político que podría terminar en su destitución avanza, pese a los augures que esperan un milagro de solidaridad para salvarla. Y la huida de Lula hacia un ministerio, en busca de relativa inmunidad, casi ha sido una especie de salto al vacío, pues los diversos estamentos de la Justicia le han negado legitimidad y ha quedado también él con solo el respaldo de su debilitado partido, que antes de los hechos de corrupción que lo han manchado era una esperanzadora mayoría popular. Pero en el ámbito sudamericano, Dilma y, especialmente Lula, cuentan con el respaldo de los gobiernos de Evo, Correa y Maduro, que han declarado casi en coro, que se trata de un golpe desestabilizador que pretende impedir la cristalización de los programas revolucionarios que han postulado el exmandatario y la actual presidenta. Mas quienes objetan su permanencia en el poder aseguran que de lo que se trata es de reivindicar la honestidad pública, atropellada gravemente por la corrupción, principalmente en Petrobras, la empresa pública más grande de Brasil, en la cual se han perdido miles de millones de dólares. Este no es el primer caso en que un gobierno de la línea del socialismo del siglo XXI se encuentra en serios y graves aprietos. Lo está el Gobierno de Maduro en Venezuela y lo estuvo un exgobernante de Honduras, depuesto por resoluciones del Congreso y de la Corte de Justicia, sin embargo de lo cual sus similares políticos de otros Estados, entre ellos el de Ecuador y sobre todo el de Venezuela (regido por Hugo Chávez), trataron de impedir que la destitución cobrara validez práctica, llamando también golpismo a las decisiones de los organismos constitucionales pertinentes que destituyeron al gobernante hondureño, aunque cometieron el grave error de desterrarlo, en vez de someterlo al correspondiente juzgamiento con su presencia en el país y con las garantías para un proceso justo y legítimo. En el Brasil de Dilma además hay una crisis económica que lo ha colocado en el umbral de la recesión, cuando había esperanzas serias de que ingresara al Primer Mundo.

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