Solca, institucion ejemplar

Solca (Sociedad de Lucha contra el Cáncer) una de las más importantes instituciones hospitalarias de América, con la que colaboran empresas e industrias, y sobre todo su comité de damas, mujeres de toda clase social que ofrecen sus servicios sin ningún tipo de recompensa, atraviesa desde hace varios meses una etapa de fundada inquietud y nerviosismo ante un proyecto de Ley de Lucha contra el Cáncer expedido por la Asamblea Nacional, que sometería a su hospital de Guayaquil al régimen de hospitales públicos, con su inevitable carga burocrática y tinte político, en lugar de la eficiencia estrictamente profesional. Además, ni siquiera se está cumpliendo con el pago oportuno del llamado “impuesto a Solca” -el 0,5 % sobre las operaciones crediticias- que consta en el Código Orgánico Monetario y Financiero de 2014, estimado en alrededor de US$ 150 millones al año, pues solo se le están enviando 66 millones -menos de la mitad- y con excesivo retraso, alegando la titular del Ministerio de Salud, Verónica Espinosa, “que la cantidad recaudada no está asignada exclusivamente a Solca, sino también a otras instituciones y programas para el manejo del cáncer en Ecuador” (¿cuáles?). Los fondos llegan tarde porque los impuestos no son pagados a tiempo o por las famosas “auditorías”, que se han convertido en el recurso favorito de la burocracia para justificar la demora.

El 7 de diciembre de 1951, en Guayaquil, por iniciativa del gran médico y humanista, doctor Juan Tanca Marengo y su grupo de amigos médicos más cercanos, se creó Solca. En 1953 el Gobierno comenzó a organizar la construcción del edificio en Guayaquil, declarándola Sociedad de “lucha contra el cáncer” en Ecuador. En 1957 se construyó el departamento de radioterapia y cirugía. Hoy existen núcleos provinciales en varias ciudades del país. En Solca se tratan: enfermedad de Hodgkin; tumores de cabeza y cuello, o ubicados en partes tiernas; leucemia; cáncer de pulmón, tiroides, mama, intestinal, de esófago, de estómago. Mediante convenios, el IESS paga la atención a sus afiliados. Los pagos que hace el paciente son mínimos y el trato de médicos y enfermeras, prolijo, cordial, admirable. El espíritu que inspiró su extraordinario fundador, se mantiene.