Solca

Hoy, cuando ya ha transcurrido más de medio siglo del esfuerzo cumplido por el doctor Juan Tanca Marengo y otros ilustres guayaquileños, creando la Sociedad de Lucha contra el Cáncer, bien vale recordar la magnitud del mismo.

Partiendo de la propia experiencia vital del fundador, cuya madre murió afectada por la por entonces incurable enfermedad, Tanca no ha recibido todavía, especialmente por parte de las nuevas generaciones, el reconocimiento que su labor cumplida merece.

Múltiple, polifacético, bien podía recordarse por él aquello de: quien dice que solo de Medicina sabe, ni Medicina sabe.

Graduado en 1920, con honores, a poco ya estaba recorriendo Europa. A su retorno al Ecuador y por solicitud de su maestro, otro insigne guayaquileño, el doctor Alfredo Valenzuela Valverde, se incorporó (1942) a la recientemente creada LEA (Liga Ecuatoriana Antituberculosa) destinada al combate de la peste blanca que asolaba al Ecuador y especialmente a Guayaquil. En 1946, a la muerte de Valenzuela, Tanca asumió la conducción de LEA y permaneció en ella hasta 1951, año en que renunció. Su visionaria mirada ya estaba puesta en la necesidad de combatir otro mal tremendo: el cáncer. Antes ya lo había intentado la Junta de Beneficencia de Guayaquil, conformando una comisión destinada a buscar recursos económicos y asesoría científica. Uno de sus integrantes era el propio Tanca. Luego de intentos fallidos, recibieron apoyo de la American Cancer Society y de la Organización Mundial de la Salud.

Pero el problema no era solo de buscar fondos. Se requerían también “becas para formar en el exterior a cirujanos oncólogos, clínicos, cancerólogos, radioterapeutas, enfermeras y trabajadoras sociales”. Tanca se dio por entero a esa tarea. En noviembre de 1951 invitó a un grupo de amigos para proponerles el proyecto y el 7 de diciembre se constituía Solca. El recordado muralista Jorge Swett diseñaba su logotipo y el presupuesto inicial que Tanca calculó en 520.800 sucres se financió con donaciones de diversa naturaleza. Después se consiguieron asignaciones del Congreso, becas, equipos.

Fueron el altruismo y la solidaridad guayaquileñas quienes construyeron Solca. Su labor es ampliamente reconocida, pese a múltiples dificultades. Defenderla de los afanes centralistas es un imperativo.