La soberania en la era de la globalizacion
En la actualidad, los gobernantes que quieren eternizarse en el poder, los que violan los derechos humanos, los que violan la constitución y las leyes siguen sosteniendo la tesis de que los estados, como en los siglos pasados, ostentan el poder soberano y que, por lo tanto, no existe un poder por encima del que tiene el Estado. Por supuesto que ellos se constituyen en el Estado que patrocinan.
Sin embargo, con la globalización, la mayoría de los internacionalistas establecen que ese concepto de soberanía ya no existe. Con los organismos internacionales y en la suscripción de tratados, los estados se imponen condiciones de convivencia. Es absurdo, entonces, hablar de soberanía absoluta, pues ella está compartida. Un ejemplo a la vista es la Unión Europea, en la que sus integrantes han cedido su libertad e independencia en áreas como la economía e incluso se habla de la creación de entes supraestatales. Por muchas razones el concepto de soberanía ha evolucionado. Los derechos humanos, el medio ambiente, los recursos transfronterizos, el comercio internacional o los crímenes internacionales, son temas que cuestionan claramente el concepto porque escapan de la esfera de competencia de un solo Estado y su soberanía, ya que gran cantidad de estados han aceptado someterse a algún tipo de sanción cuando se violan esos derechos que se han comprometido a respetar.
La soberanía compartida. Un asunto muy claro para entender esto de la soberanía globalizada es el derecho deportivo. Si nos remitimos solo a las normas de fútbol creadas por la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA). ¿Quién ha cuestionado las normas sobre transferencia de jugadores creadas por la FIFA? Otro caso es la Internet. Mucho se ha hablado y escrito sobre este fenómeno de comunicación que es trasterritorial y que tiene sus propias normas de funcionamiento. En cuanto al sistema financiero, las instituciones financieras internacionales (FMI, BM, etcétera) de facto imponen normativas a los estados destinatarios de los créditos. Además, las ONG han ejercido una gran influencia en la creación del derecho internacional, proponiendo la creación de normas convencionales, como las referentes a la tortura o la prohibición de minas antipersonales. Significa que no se puede alegar la soberanía interna para no cumplir los viejos estándares mundiales de la soberanía absoluta. Igualmente nos referimos al medio ambiente, los derechos humanos, el derecho humanitario internacional, el derecho penal internacional.
Subsiste la soberanía. Podemos concluir que la soberanía, ese concepto medieval, no ha desaparecido sino que se ha transformado dramáticamente, al parejo de las relaciones internacionales del siglo XXI, que están caracterizadas por un desarrollo impresionante de la sociedad.
Mientras existan los estados y dentro de ellos una asimetría, no es posible pensar que desaparece la soberanía, ya que ella es un dique para contener las acciones del fuerte contra el débil.
Posiciones absurdas. Es absurdo hablar de que Venezuela no puede ser sujeto de medidas por parte de los estados u organismos internacionales, por el respeto a su soberanía. Con ese pretexto ya han muerto miles de seres en el mundo por pretender respetar principios obsoletos: los países americanos no pueden mirar impávidos que un grupillo de delincuentes y narcotraficantes se canse de destruir un país como Venezuela. Lo mismo puede suceder con Corea del Norte, cuyas medidas no afectan a uno o dos estados, sino a toda la humanidad.
Por haber mantenido ese criterio, en el siglo pasado se cometieron crímenes inauditos como los sucedidos en África, por enfrentamiento entre tribus, problemas en que muchos estados no quisieron meterse y solo Naciones Unidas mandó los llamados Cascos Azules, quienes poco o nada pudieron hacer.
El tema no es abstracto. Como el tema puede considerarlo el lector bastante abstracto, quiero traer un ejemplo que todos los conocemos: el problema que vive la Federación Ecuatoriana de Fútbol con el que fue, hasta hace pocos días, el director técnico de la selección nacional. No quiso renunciar y exigió que se le pague hasta el último centavo, de acuerdo a las cláusulas que existían en su contrato. Él sabía que no tenía que recurrir a los jueces de la República, como cualquier nacional. Simplemente se dirigía a la Conmebol y esta como organismo supranacional, ordenaba su pago. ¿Dónde queda la soberanía absoluta?