Siguen robos en barrios y ciudadelas

Lo que hoy vive Guayaquil parece extraído de una obra de ficción en la cual la delincuencia se habría tomado la ciudad sin resistencia y con facilidad. En la urbe, los robos y amenazas cotidianas a las personas y a la propiedad son hechos continuos. Pero no solo se da esto, sino algo que puede ser considerado como un accionar siniestro en el que la colectividad vive constantemente bajo el asedio, el peligro y el temor generado por una delincuencia audaz y violenta que se ha apropiado de ella.

Ya no se trata únicamente de robos, asaltos, situaciones de microtráfico y amenazas permanentes a la ciudadanía en las calles de Guayaquil. Esto también se da en los transportes públicos y en la llamada modalidad de secuestro extorsivo. Cotidianamente los diferentes periódicos de la ciudad informan sobre los diversos hechos que reseñan distintos actos de robos, violencia, sicariato, etc.

Sin embargo, lo que actualmente experimenta Guayaquil en sus distintos barrios y ciudadelas es que la delincuencia ahora amenaza a los ciudadanos en sus propias casas. Los ladrones ya no solo asaltan, hieren y asesinan a las víctimas en calles, restaurantes y plazas de la urbe, hoy llegan a las viviendas, pues una singular forma de robo y estruche da cuenta de que la seguridad que ponen los habitantes a través de verjas de acero, ya no los protegen.

En las últimas semanas se han reseñado diferentes tipos de robos en casas utilizando múltiples instrumentos y herramientas con los que estas verjas y sobrepuertas de acero que los moradores de las viviendas han instalado en busca de seguridad, son destruidas.

Las noticias sobre hechos que evidencian y demuestran cómo y hasta dónde la delincuencia actúa con audacia e impunidad, se han vuelto cotidianas.

Ilustran esto los casos ocurridos en ciudadelas y barrios como Miraflores, Villa Bonita, Urdesa, Sauces, y también a lo largo de la calle Portete y en la Floresta, Atarazana, Prosperina, Los Ceibos, Los Esteros, del Periodista y en varias de las nuevas ciudadelas de Daule y Samborondón.

Ahora los ladrones con toda audacia penetran en las madrugadas en las viviendas, al igual que en los negocios, amarran a sus habitantes y propietarios, y los amenazan de muerte. Actúan así debido a la poca vigilancia y a la oscuridad, e incluso a pesar de las medidas de seguridad. Asimismo, aprovechan la ausencia de guardias privados.