Una de las preguntas que, a mi criterio, muchos nos hacemos es ¿quiénes son “los mismos de siempre”? Luego de diez años de gobierno de la revolución ciudadana, precedidos por diez años de inestabilidad política y los cuestionamientos de gobiernos pasados, nos encontramos hoy en las puertas de un proceso electoral, que tiene ya candidatos inscritos para la presidencia y vicepresidencia de la República, y para la designación de asambleístas. Y luego de leer las propuestas de candidatos a la Asamblea de la mayoría de los partidos políticos, me he dado cuenta de que a mi juicio son “los mismos de siempre”, es decir, los que han detentado la política ecuatoriana de los últimos veinte años, hasta la fecha actual.

Con esta expresión me refiero no solo a quienes con sus nombres son personajes conocidos en la lid electoral, sino que incluye a la forma como los nuevos participantes se ganaron su puesto en esa lista que deja a quienes votamos con grandes interrogantes. Es verdad que la democracia es el gobierno de las mayorías, concepto en crisis y que nos condena como Estado a sufrir los efectos de la votación de un pueblo acostumbrado a decidir por afectos y simpatías, más que por programas y propuestas sustentables y legítimas.

Ante esta realidad, no puedo dejar de observar a brillantes actores, actrices, presentadores de televisión e incluso a los más carismáticos participantes de los “realities” que transmite la televisión nacional, y entre ellos, a personas que realmente han tenido grandes muestras de solidaridad con nuestro Ecuador en momentos difíciles y de dolor; sin embargo, creo que la Asamblea Nacional necesita algo adicional, como conocimiento, experiencia y la convicción de que se trabaja por intereses de un pueblo y no por la agenda personal del partido al que se representa. Solo este hecho puede garantizar que decisiones tan importantes como una reforma constitucional, de ser el caso, o el dictar las importantes leyes que se requieren para el manejo y administración del Estado, sean tomadas con la responsabilidad necesaria, acorde a los efectos que producen.

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