Servir o servirse

Todos los políticos cuando alcanzan su objetivo principal de tocar el poder lanzan un mensaje uniforme. “Estoy aquí para servir a los ciudadanos”. Loable principio del que muy pocos pueden presumir al final de su gestión, si ese momento llega algún día. Tenemos en Ecuador ejemplos en caliente, sin necesidad de remontarnos a la historia. En su toma de posesión, el nuevo vicepresidente Otto Sonnenholzner expresó su intención de servir como referente. Alcanza una alta dignidad del Estado para cumplir las misiones que le encomiende el presidente y anuncia que cuando finalice su mandato, en poco más de dos años, espera regresar a su actividad privada, a su familia, a su vida.

Traducido, llega a la política para servir, no para servirse de ella. Parecería obvia, pero está bien la precisión dados los precedentes en su cargo. Un vicepresidente en la cárcel por saquear las arcas públicas y otra vicepresidenta, obligada a renunciar después de aparecer implicada en el bochorno de cobros a sus subordinados, además de enfrentar acusaciones de tener empleados en la administración a decenas de parientes.

Siempre me decía mi padre, hombre de pocos estudios aunque lleno de sentido común, que cuando alguien entra en política es porque piensa conseguir algo para él. No se trata aquí de generalizar ni demonizar pero esa es la desgraciada pirueta mortal que terminan dando muchos de los que acceden a un cargo público. Pasan de vivir para la política a vivir de la política.

Cómo podríamos interpretar sino esa gran cantidad de candidatos a las seccionales de un partido que previamente han militado en otro partido, anteriormente estuvieron en otra agrupación y comenzaron su carrera en alguna distinta. O esos candidatos que renuncian a su puesto que heredan hijos, esposas, parientes de todo tipo. Son profesionales de la política. Generan desconfianza aunque los votemos porque es lo que hay. Al final voy a tener que pensar que mi padre tenía razón.