Sembradores de vida

Hace pocos días, inspirado en un apostolado que lleva adelante un buen amigo, estructuramos junto a mis compañeros de trabajo una visita a la comunidad terapéutica Sembradores de Vida, localizada en el cantón La Libertad. En un ambiente de profesionalismo, disciplina y amor, se procura reeducar a jóvenes que han caído en la dependencia de las drogas y el alcohol.

Mi primera impresión fue encontrarme con un ambiente pulcro, asistido por médicos y psicólogos, así como el apoyo espiritual provisto por la Iglesia católica. Luego de seis meses de tratamiento, los jóvenes se han desintoxicado y han adquirido las destrezas para conocerse, interpretar el entorno que los ha llevado a sus dependencias, y fundamentalmente, han restablecido su autoestima, que es un valor indispensable para reinsertarse positivamente en sus comunidades. Según las estadísticas que me fueron comentadas, al cabo de cuatro años aproximadamente, el 70 % mantiene la abstinencia. El porcentaje restante vuelve a sucumbir, especialmente en entornos familiares donde el microtráfico es un negocio; y como lo referimos en un escrito anterior, es parte del esquema multinivel que maneja la distribución de droga. Pero las estadísticas son más atroces: por cada joven que entra en un proceso de tratamiento y reeducación de conductas adictivas, hay 8 que no pueden acceder a él, generalmente por pobreza. Esta, de lejos, es la tragedia más grande que nos está azotando como país y terminará con buena parte de una generación de chicos nacidos desde los años 90; así de triste.

Si combinamos esta lacra con otra, la corrupción, tenemos por ejemplo que si la cuenta de Odebrecht del poliducto Pascuales-Cuenca no hubiera pasado de $370 millones a $527, se habría podido tratar a 87.000 jóvenes. Por eso, cada vez que vean el rostro de quienes se llevaron dineros públicos, sepan que no solo se llevaron nuestros impuestos, sino que también se robaron las vidas de decenas de miles de hijos de este país.

Hay que juntar voluntades y multiplicar esfuerzos para salvar a estos muchachos; verdaderamente en ellos nos está esperando Jesús.