La segunda vuelta sigue siendo un fantasma
Las cifras cuestionan el discurso. Mientras la oposición se aferra a declarar como cierto el balotaje, las principales casas encuestadoras del país hicieron pública la posibilidad, aún latente, de que el oficialismo triunfe en primera vuelta.
Las cifras cuestionan el discurso. Mientras la oposición se aferra a declarar como cierto el balotaje, las principales casas encuestadoras del país hicieron pública la posibilidad, aún latente, de que el oficialismo triunfe en primera vuelta.
Cedatos, la que mejor puntúa a Guillermo Lasso (CREO); Perfiles de Opinión, la que mayor intención de voto concede a Lenín Moreno (PAIS), y Market, la única que eleva, aunque en empate técnico, a Cynthia Viteri (PSC) sobre Lasso; mantienen al candidato del partido de Gobierno entre el 31 y el 36 por ciento de la intención. La cifra, traducida a votos válidos (es decir, descontando nulos y blancos como pide la ley), acerca a Moreno al dorado número 40, el porcentaje que necesita para acabar el proceso electoral en febrero y no enfrentarse a la oposición en una segunda vuelta.
Esta es la última foto política válida, antes de la desconexión navideña y del arranque electoral oficial, en enero. Y aunque la media de indecisos se mantiene en torno al 50 % de la población votante, la lectura no es alentadora ni para el oficialismo, cuya lenta pero sostenida tendencia a la baja se ha instalado en todas las encuestas de los últimos dos meses; ni para la oposición, incapaz de forzar una segunda vuelta en abril o acercarse a números rotundos.
Las principales tiendas de campaña definen su estrategia de cara a estas cifras que, aunque ninguno acepta con rigor, todos siguen como termómetro.
Moreno, cuya candidatura no responde a los pedidos de entrevista de este Diario, mantiene la línea marcada por el propio presidente Rafael Correa: “Hay que hablarle a los ciudadanos, no a la prensa ni a los políticos”. La frase explica, claramente, los silencios de un cuartel de campaña que apuesta a la inercia como mejor aliado electoral, aferrados a la posición de corredor a la delantera en la carrera por Carondelet.
La oposición, por su parte, intenta ganar ritmo propio mientras se abraza a la posibilidad de un resbalón verdeflex.
A la cabeza, el equipo Lasso, enfocado exclusivamente hasta el inicio de la campaña en el Plan del millón de empleos y confrontación directa con Moreno, a quien cercan para debatir y explicar las medidas impopulares del correísmo. Nadie más. La apuesta de polarizar la elección entre Moreno y Lasso como predestinados al balotaje es la ruta.
“No creo que tengamos que polarizar la elección. Ya está polarizada”, asegura el presidente de CREO, César Monge, y uno de los principales estrategas en territorio del equipo Lasso, que lleva semanas ignorando a su competencia directa en la tendencia, Cynthia Viteri (PSC). “Criticar a quienes dicen estar bien en la oposición es perder el tiempo: concentrarnos en Viteri, Dalo o el resto es improductivo”, reconoce Monge en una frase siempre descrita por colaboradores de Lasso con lógica empresarial: Coca-Cola no se refiere nunca a Pepsi, sino al revés, dicen.
En el socialcristianismo declinaron de esta vía hace semanas. Para el día de la inscripción de candidaturas, Cynthia Viteri hizo público el mantra que su jefa de campaña Susana González recuerda a este Diario: “Hay tres opciones: el continuismo, el candidato de CREO y nosotros, el cambio positivo”. Los cuarteles de Viteri se mantienen enfocados en “llegar a segunda vuelta con el candidato que sea” y por eso, hasta el arranque de la campaña oficial, pretenden mantener el hiperactivo contacto ciudadano y la defensa de una contienda a tres puntas a las que han apostado en esta etapa.
Paco Moncayo, a quien los colaboradores de Lasso y Viteri describen como un “buen candidato de izquierda” que, sin embargo, “no afecta” su captación de votos, ha visto desvanecer su curva ascendente en todos los sondeos que, a estas alturas, lo estancan en la cuarta posición.
El resto de candidatos se mantiene con porcentajes minúsculos de intención de voto de un solo dígito.
En este escenario, ninguno tiene qué celebrar aún.